Nunca he dejado de votar. Aun cuando sabía que el PRI ganaría sin oposición cualquier elección, yo votaba. Cuando viví en Tijuana compré un boleto de avión para llegar a votar en mi casilla de siempre, en Cerritos, municipio de Santiago de Anaya. Aun antes de la edad de ciudadano yo participaba; a los 12 años de edad ayudé a mi padre, nombrado presidente de la casilla de Cerritos, a contar los votos y de mi puño y letra llené con extremo cuidado las actas de aquella elección. He sido funcionario de casilla, representante de partido y de candidatos, integrante de los órganos electorales, vocero y candidato.
Pero el próximo primero de agosto cuando se realice por primera vez en México el ejercicio de consulta popular no iré a la urna.
El Presidente de la República y su partido promovieron esta consulta inútil que ofende la inteligencia de los ciudadanos. Según su propaganda la consulta es para preguntar si abren juicio o no, en contra de los expresidentes de la República. Pero en la boleta que le entregarán en la casilla no dirá eso. El elector tendrá ante sí un texto absurdo que mata la sintaxis, ambiguo y general. Un engaño infame, quizá premeditado.
¿De verdad ignoran el Presidente y su partido la respuesta? Su intensión, parece ser, es levantarse con otra victoria que deja ver una adicción a la adrenalina electoral.
Las consecuencias de la consulta tienen dos cerrojos: debe llegar al 40 por ciento de participación para ser vinculante (difícil pero posible) y los abogados del posible primer enjuiciado que se frotan las manos porque ganarán el hipotético juicio sin despeinarse. _
Tomás Cano Montúfar