Platicando en radio con mi amigo Luis Cárdenas sobre el legado de Tongolele y de Paquita la del Barrio, ayer por la mañana aterrizamos en una palabra que se había estado manejando mucho respecto a sus trayectorias y a sus éxitos: feministas.
¿Lo eran? En el sentido académico de la palabra habrá quien discuta. Ellas mismas no necesitaban del título ni del reconocimiento, y lo reiteraron varias veces ante entrevistadoras a través de los años. Algo me queda claro: vivieron plenamente con la libertad que le arrebataron a los hombres que no querían concedérselas. A la sociedad misma, que hubiese evitado tener dos mujeres tan grandiosas en lo que hacían, si hubiese podido.
Imaginen a una Tongolele en 1948, siendo una jovencita de 16 años y escandalizando por sus extraordinarios movimientos y exuberante belleza. ¡Querían que se tapara! Querían que fuera más modesta. Eran otros tiempos y nada de eso la detuvo. Una feminista no es alguien que predica a los demás qué hacer, es alguien que hace y avanza. Y tampoco es alguien que necesita un título. Es una persona que se conoce a sí misma y actúa consecuentemente. ¡Qué tamaño de personalidad!
Y Paquita... Paquita vivió el abuso suficientes años como para entender el poder de sus canciones como himnos para quienes querían compañía en batallas similares. Hombres y mujeres. Pero bueno, más mujeres. No eran tiempos en los que se hacía música para nosotras. Sí, sin duda fueron visionarias las dos, y se lo ganaron con trabajo y talento.
Estos días no nos sorprende ver a una cantante levantando la voz, pero tristemente sí se le cuestiona cuando levanta la mano pidiendo ayuda contra la violencia en pleno show.
Tal vez es buen momento para hacer una pausa y recordar que esas batallas contra la violencia y la libertad no están ganadas por siempre.