En octubre del año 1993, durante mi servicio de inspección, seguridad y vigilancia en Nayarit, al salir de una curva en el Camino Nacional México – Nogales, tramo Tepic – Crucero San Blas, detectamos un vehículo pick up que no solo invadía nuestro carril, sino que además iba a exceso de velocidad.
Enseguida dimos vuelta en el mismo sentido que el vehículo para detenerlo. En él viajaban cuatro hombres, dos en la cabina y dos más en la zona de carga.
Al tiempo que nos aproximábamos, dimos aviso a nuestra central de los hechos y las características del vehículo.
Al darles alcance, les solicitamos los documentos del vehículo, así como la licencia del conductor, quien nos dijo que era agente de la Policía Judicial Federal y que en ese momento no contaba con su credencial institucional. Solo nos mostró una licencia de conducir de California, Estados Unidos.
Leía el documento, cuando vi que en el asiento había un arma larga con una toalla. La aseguramos cuidadosamente, mientras pedimos al conductor el documento de portación del arma. De nuevo nos argumentó “que lo había olvidado”.
En ese momento, uno de los individuos que viajaban en la parte trasera dio un fuerte grito: “¡las credenciales las traigo yo!”.
Luego, junto con el copiloto, descendió del vehículo y comenzó a dispararnos con las armas largas que portaban. Aunque recibí varios disparos, logré repeler la agresión.
Herido, me arrastré a la parte trasera de mi unidad, mientras mi compañero me cubría.
De los cinco disparos que recibí, uno fue en la mano derecha, otro en el antebrazo, dos más en el costado a la altura de la pelvis y el quinto en el dedo anular de la mano derecha.
Una intervención quirúrgica y la rehabilitación, me permitieron recuperarme de mis heridas.
Dos agresores fallecieron en el enfrentamiento; sus cuerpos fueron encontrados todavía con las armas en las manos. Otro de los delincuentes fue detenido y puesto a disposición del Ministerio Público Federal; uno más, el copiloto, logró huir dejando un rastro de sangre tras de sí.
En el lugar se aseguraron dos armas tipo fusil, una carabina y una pistola tipo escuadra, así como 16 cargadores y más de 440 cartuchos.
Las investigaciones permitieron conocer que los delincuentes estaban involucrados en el delito de secuestro y que entre sus víctimas se encontraba la esposa de un Senador de la República.
Por este hecho, en el que solo cumplí con mi deber, recibí la condecoración al Valor Heroico Policiaco.
Relato basado en la colaboración del Oficial Moreno