La ingobernabilidad y la falta de un estado de derecho son motivos por los cuales se gestiona si el sistema democrático que tenemos es eficaz y funcional, elementos que nos llevan a pensar en el mal comportamiento de los partidos políticos que se caracterizan por poner en alto riesgo la vida democrática, alejando a los ciudadanos de participar en la vida pública.
Los partidos políticos no han podido organizarse de acuerdo con su propio criterio e intereses, al igual que sus necesidades para lograr acercarse a la sociedad, ni han comprendido que para sanear el sistema democrático deben rearticularse, por ser el pilar para alcanzar la democracia participativa.
La crisis de la democracia tampoco es nueva, se ha agudizado décadas atrás y pareciera un concepto y realidad de participación ciudadana, al tiempo que se convirtió en un régimen demagógico, triunfante y electoral, sirviendo a unas cuantas personas de la cúpula de cada partido presentando casi de manera consecutiva promesas de acercamiento a los intereses e inquietudes de la sociedad para que la representación popular no desaparezca. Todo esto ha ayudado a incrementar la enorme brecha entre gobernantes y gobernados, produciendo un gran malestar.
A la fecha, la crisis que enfrentan los partidos políticos aún no se ha entendido, continúan experimentando nuevos partidos sin resolver de fondo el sistema democrático al igual que las organizaciones e incluso, ha crecido el número de solicitantes para formar partidos como el que propone el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, quien organizará su primer asamblea en Hidalgo este 17 de agosto.
Lo visto, es que no se augura un éxito por diversos factores como el efecto de AMLO que sigue a un buen nivel, la negociación de la renuncia de Margarita Zavala y la brecha del descontento de los hidalguenses con los partidos políticos.
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