En vida la invisibilizaron por su activismo. De muerta lo exaltan para callar sobre la salud mental y su importancia. Así parece resumirse la vida de Sinéad O'Connor.
"Con gran tristeza anunciamos el fallecimiento de nuestra querida Sinead. Su familia y amigos están devastados y han pedido privacidad en este momento tan difícil”. Así comunicó la familia a los medios y público en general la muerte de la cantante irlandesa a los 56 años.
Los pésames no se hicieron esperar. Todos lamentaban la gran pérdida, la ausencia de su voz, aunque ella se hubiera retirado de los escenarios desde 2022 tras el suicidio de su hijo de 17 años.
Muy contrario a su polémica en la década de los 90 cuando, al grito de “¡Lucha contra el verdadero enemigo!", mostró una foto del Papa Juan Pablo II para después romperla en pedazos durante una actuación en directo en el programa Saturday Night Live.
"Esto lo hizo después de interpretar una versión de War, la canción de Bob Marley, sustituyendo algunas de las palabras para que se convirtiera en una protesta contra el abuso sexual infantil en la Iglesia católica”, recuerda la BBC Londres.
En ese momento todos la condenaron y señalaron. Desde espectadores que le lanzaron huevos a su salida del estudio hasta las quejas que recibió la cadena NBC por parte de más de cuatro mil espectadores. Madonna apuntó que había mejores maneras de presentar ideas que destrozar una imagen que significa mucho para otras personas, mientras Frank Sinatra la llamó "chica estúpida" y la diócesis de Brooklyn exigió una disculpa.
En cambio, en su muerte, el presidente de Irlanda, Michael Higgins, elogió el "compromiso valiente de O'Connor con los temas importantes que llevó a la atención pública, sin importar cuán incómodas fueran esas verdades".
"La música de O'Connor era apreciada en todo el mundo y su talento era inigualable y sin comparación", afirmó por su parte el primer ministro irlandés, Leo Varadkar.
¿Se podría decir que triunfó después de muerta en su causa? No, si se considera que sigue prevaleciendo la impunidad en los delitos de pederastia, aunque sus protestas abrieron brecha para que hoy en día nadie sea censurado por denunciar estas atrocidades.
Sin embargo, es notorio cómo a la hora de su fallecimiento parecemos querer enfocarnos en su fase de activismo que en poner atención en la salud mental. Como si lo segundo opacara la estela dorada que debe de quedar tras cualquier deceso de un famoso. Nos olvidamos el grito de ayuda que su vida entera fue, la depresión que la persiguió en toda su vida e incluso que llevó a sus familiares a internarla por considerarla un peligro para ella misma.
Una reflexión necesaria en épocas en las que ensalzamos el valor de alzar la voz por una causa sin darle igual peso al dolor de una mujer que con su canto clamó por ayuda, pero que al final no venció la tristeza.