Política

El mito del gobierno más honesto

Durante años escuchamos a Andrés Manuel López Obrador repetir que en su gobierno ya no había corrupción. Que el huachicol se había terminado, que los funcionarios de su gabinete eran intachables y que sus hijos eran como cualquier otro ciudadano. Hoy, a la luz de los hechos, todas esas frases se desmoronan.

Su exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López, está señalado de encubrir a personajes ligados al crimen organizado en Tabasco. El propio gobernador de su estado lo denunció, y aunque él se defiende diciendo que todo es “politiquería”, los indicios son demasiado graves para dejarlos pasar.

Tampoco se salva la Marina. El sobrino político del almirante José Rafael Ojeda Durán fue detenido por estar metido en una red de huachicol fiscal, en la que se introducían millones de litros de combustible ilegal al país. ¿No que ya se había acabado el contrabando, a poco nadie se dio cuenta? La realidad mostró que la corrupción estaba más viva que nunca, incluso en las áreas que se presumían más blindadas.

Y qué decir de sus hijos. Periodistas de investigación han documentado posibles vínculos con grupos criminales y han destapado los lujos en los que viven, contrastando con el discurso de austeridad de su padre. Aunque ellos lo nieguen, la duda persiste y golpea directamente la credibilidad del presidente que juraba predicar con el ejemplo.

Tampoco podemos olvidar a sus hermanos, exhibidos en videos recibiendo fajos de dinero. La explicación oficial fue que eran “aportaciones” para Morena. Una justificación que, lejos de aclarar, terminó confirmando que los mismos vicios del pasado estaban más presentes que nunca. Aunque hayan sido exonerados.

Es decir, mientras desde el púlpito mañanero se hablaba de moral y honestidad, en la práctica sus más cercanos colaboradores y familiares se movían entre negocios turbios, favores políticos y relaciones peligrosas. El contraste entre el discurso y la realidad nunca había sido tan grande.

Un gobierno que se vendió como el más honesto de la historia terminó mostrando los mismos vicios de los que acusó a sus antecesores. Mentiras, medias verdades y un doble discurso que dejó al descubierto que el combate a la corrupción fue más un lema de campaña que un compromiso real.

Hoy, lo que queda claro es que López Obrador pasará a la historia no como el presidente que acabó con la corrupción, sino como el que engañó a millones de mexicanos haciéndoles creer que la honestidad se podía decretar desde un micrófono. La realidad terminó rebasando a la retórica.


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Rubén Iñiguez
  • Rubén Iñiguez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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