Política

Todas las cosas tienen su tiempo

Javier Ávila, El Pato, en la primera misa exequial de sus compañeros jesuitas, Joaquín César Mora Salazar, El Morita, y Javier Campos Morales, El Gallo, fue tajante, haciendo voz de las y los mexicanos, así como del Episcopado Mexicano: “los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”. Con el libro bíblico del Eclesiastés se diría: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol […]”, hay “un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse” (2, 1. 5b). Y el tiempo llegó.

Con el asesinato de los dos jesuitas y el laico Pedro Eliodoro se avivó la fibra más profunda de lo que padece México: violencia desenfrenada, desencarnada, inhumana, y una política-estrategia indolente, cargada de impunidad con fétido olor a complicidad desde quienes tienen la responsabilidad primera de garantizar la paz, el respeto a lo más fundamental: la vida.

El arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, para sorpresa de muchos, marcó la posición de la Iglesia católica: “Por más que el gobierno se los ofrezca y se los prometa, y se los dé, ellos [crimen organizado] no entienden de abrazos, ellos sólo saben de balazos. […] el gobierno tiene que mandarles el mensaje de que no habrá más impunidad, porque ese mensaje de abrazos es un mensaje de impunidad”.

La indolencia gubernamental no llegó a la “Sociedad de Jesús”, llegó a la “Compañía de Jesús”, pues “el jesuita realiza su misión en ‘compañía´” (cuerpo militar y “amigo” de Jesús), como se recordó en la XXXII Congregación General de la Compañía de Jesús en 1976, la de Pedro Arrupe al frente, cuando se dio el giro a la misión y quehacer jesuítico. Se tocó a la Compañía de la inflexión de esa Congregación, la que hoy es referente social; la Compañía formadora directa e indirectamente de propios y extraños. El papa Francisco fue partícipe de esa Congregación al ser entonces el Provincial de la Compañía en Argentina (1973-1979); El Pato y El Morita, entonces, recién consagrados sacerdotes.

El caso de Javier y Joaquín César, para quien tenga oídos para oír, y ojos para ver (Mateo 13, 9), bien puede ser el punto de inflexión para el Episcopado Mexicano como lo fue el asesinato de Rutilio Grande, SI, (1977) para que surgiera el profeta Óscar Arnulfo Romero (1980) en El Salvador. Aún hay esperanza.

“Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol…”.

Rubén Alonso

Twitter: @jrubenalonsog


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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