Vicente Fox, inquebrantablemente fiel a su estilo, soltó que México jamás pagará un peso del “jodido” muro de Trump (dijo fucking, pero lo traduzco con deliberada suavidad). Felipe Calderón también habló de la “maldita” muralla. Ambos personajes fueron presidentes de Estados Unidos (Mexicanos) pero ya no ocupan cargo alguno en la estructura oficial de este país. O sea, que opinaron como ciudadanos privados, sin morderse la lengua. Y, miren ustedes, fueron criticados por adoptar los modos del aquel señor, un tipo que jamás se preocupa de moderar sus declaraciones y que, por el contrario, se solaza en la provocación, las bravatas, las ofensas, las burlas y la irreverencia. A mí me gustó la presunta salida de tono de los ex presidentes y lo que no me parece, más bien, es que a Fox le haya venido la idea de pedir disculpas cuando Trump no sólo no va a mitigar su zafiedad sino que la seguirá utilizando como un arma para allegarse más votantes. Ahora bien, ni Calderón ni Fox llevan actualmente las riendas de la diplomacia mexicana ni van tampoco a negociar, en su momento, con quien tiene crecientes posibilidades de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos (de América).
En la comunidad internacional medran algunos personajes totalmente impresentables, sobre todo en las filas de la izquierda cavernaria. Sujetos desaforadamente majaderos que insultan por deporte y ofenden por principio. En Venezuela, ahí lo teníamos, al bufón amenazador (supuestamente redimido por su carisma) y, hoy, ahí lo tenemos al otro, a ese sucesor suyo que brama barbaridades sin respiro alguno mientras se encarga, literalmente, de arruinar a toda una nación. Fidel Castro, el venerable anciano revolucionario, gruñó en cierta ocasión que México era una “sucursal de Disneylandia”, o algo así, y nuestros diplomáticos, tan comedidos y urbanos como suelen ser, se tragaron el ultraje sin chistar. ¿Se espera que sigan siendo tan juiciosos, ahora que las injurias y las amenazas las profiere un populista de derechas con acta de nacimiento estadounidense? Es una pregunta interesante, creo yo, porque, lo repito, Trump puede llegar a ser el cuadragésimo quinto presidente de la nación más poderosa del planeta y, así de acotadas por el Congreso como estén sus facultades, su capacidad destructiva seguirá siendo muy grande. Vaya dilema…
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