Política

¿Nadie se está librando de los aranceles, o sí?

Estamos otra vez en la mira. O sea, que nos merecemos un leñazo de 30 puntos porcentuales aplicables a algunas de nuestras exportaciones.

A estas alturas, ya no nos queda nada claro el tema del T-MEC. Digo, después de todo, un acuerdo, un tratado, un pacto –o como se diga— de libre comercio celebrado con el primer comprador que tenemos en el ancho mundo debiera de exentarnos de que se les cobren aranceles a nuestros productos, ¿o no?

El tema es interesante porque esos tales tributos no los vamos a pagar nosotros sino ellos, los vecinos del norte. Todo más caro en sus mercados, entonces: los tomates; el aguacate; las pantallas planas; los componentes electrónicos; el tequila; el mezcal; las latas de aluminio de la Budweiser, la Miller, la Coors y esas otras cervezas tan absolutamente imbebibles que es un misterio cómo es que las mandan a un país cervecero como Estados Unidos Mexicanos o, más bien, cómo es que hay aquí naturales certificados que las consumen por gusto; la mezclilla para sus pantalones vaqueros, como les decíamos a los jeans en mis tiempos; las piezas de los coches que ensamblan en sus plantas automotrices; la varilla de acero que necesitan sus rascacielos; en fin, por lo pronto, que se aparezca el secretario Ebrard en la conferencia matutina (a este escribidor le exaspera el palabro “mañanera” y si le adicionas la coletilla “del pueblo” entonces le dan de plano ganas de emigrar) y que nos explique, si fuere tan amable, de qué va la cuestión.

Justamente, y siendo que en la venerable Casa Blanca hablaban de negociar un centenar de convenios con las correspondientes naciones soberanas, ellos mismos no se han enterado de la complejidad del asunto: un arreglo comercial entre naciones –así sea que el propósito de una de las partes sea castigar, ofender o maltratar a los que se sentaron a la mesa— es un rosario de regulaciones, normas y reglas específicas para un sinnúmero de productos, algo que no se concilia en un par de meses, en espera de que se cumpla el plazo nada fatal que impuso caprichosamente un sujeto impulsivo, sino un contrato que se negocia durante un muy largo tiempo.

Tampoco, por cierto, le han dicho al pueblo bueno de Estados Unidos de América que los gravámenes no los sufragan los países que les exportan cosas sino que son un impuesto directísimo a los consumidores locales pero, en fin, todo esto es de por sí lo suficientemente delirante como para que nos detengamos en nimiedades.

Nos sentimos amenazados, agraviados y ofuscados desde luego, porque nos dicen que el escarmiento es por culpa de los narcos que avasallan la tercera parte del territorio nacional. Pero no, eso es un mero pretexto. Los aranceles les han llovido a todos los países del planeta. Son el gran juguete de Trump. 


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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