Política

La muy dudosa viabilidad de un país dividido

Podríamos decir que México es una nación de compatriotas congénitamente enfrentados, por más contradictoria que parezca la asociación de los términos. No hablemos ya de los tiempos prehispánicos cuando los distintos pueblos se combatían ferozmente —las llamadas “guerras floridas” en que los mexicas capturaban a los adversarios para destinarlos a sacrificios humanos, su sempiterna conflagración con los tarascos, la vocación belicista de los aztecas, las luchas por el poder entre los tlatoanis, etcétera, etcétera— sino de la existencia misma de diferentes castas en el período virreinal (españoles peninsulares en la cúspide social y los demás —indígenas, negros, mestizos, zambos y mulatos— por debajo) y, a partir de la consumación de la independencia en 1821, del incesante acaecimiento de conflictos, asonadas y rebeliones hasta llegar a la Revolución Mexicana, una devastadora guerra civil y, ya en el período postrevolucionario, de la escalofriante guerra cristera.

Estamos describiendo, entonces, a un país violento pero también a una sociedad mexicana sustancialmente dividida. Es muy inquietante, justamente, que el régimen de la 4T haya sacralizado la confrontación desde el púlpito palaciego. Más bien, la gran empresa del gobierno debería ser la consolidación de una sociedad armónica en torno a un proyecto común, no excluyente como el que promueve el oficialismo al señalar constantemente a enemigos, al repudiar a las fuerzas políticas contrarias evocando el pasado (el término “conservadores” tiene incuestionables consonancias históricas) y al instaurar un esquema en que el destino de los opositores es la excomunión republicana desterrándolos, en los hechos, de la competencia electoral.

Más allá de la violencia y el ancestral salvajismo, lo que revela la realidad mexicana es un muy perturbador déficit democrático en tanto que la democracia es esencialmente el reconocimiento del adversario, un asunto de tolerancia, apertura de espíritu y ánimo civilizatorio, en oposición al sectarismo que hemos vivido en este país desde sus orígenes.

La irrupción en nuestro escenario de millares y millares de delincuentes es un componente vinculado a la brutalidad de siempre pero se deriva también de la paralela indisposición nacional a constituir una hermandad solidaria, un espacio en el que los derechos de todos sean reconocidos a partir de su condición de iguales.

Los mexicanos no sólo afrontamos el peligro directo de ser secuestrados, torturados y asesinados sino que vivimos una cotidianidad hecha, justamente, de diferencias y divisiones: el viajero y el transportista, bloqueados en una carretera durante días enteros, ¿están fraternalmente unidos a los que obstruyen el camino? Los demás, ¿nos identificamos con los vándalos incendiarios o aplaudimos los desmanes en las manifestaciones? Ustedes dirán qué tan enfrentados estamos los unos a los otros...


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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