El tal Rey Zambada —un sujeto de la peor catadura moral a quien le podemos suponer la perpetración de las más escalofriantes violencias— ha sido puesto en libertad por las autoridades de los Estados Unidos. Parece ser, también, que le han sido restituidos sus bienes y la única condición para seguir disfrutando a su aire de las bondades de la existencia es que debe declarar en los juicios que se deriven de las acusaciones de los fiscales federales estadunidenses.
El antiguo encargado de la fiscalía de Nayarit —tan siniestro individuo que mereció el apodo de El Diablo y que se dedicó, al amparo de su cargo, a torturar y extorsionar a decenas y decenas de paisanos suyos para arrebatarles sus propiedades— ha negociado igualmente beneficios con la justicia de nuestro vecino país, donde se encuentra detenido, acusado de traficar con drogas. Ofrece, a manera de contraprestación, denunciar y culpar a quien le venga en gana sin que a sus flamantes benefactores parezca preocuparles que irrumpa descaradamente en los escabrosos dominios del perjurio.
Han sido ilustres testigos, ambos personajes, en el juicio contra Genaro García Luna, el antiguo secretario de Seguridad Pública del gobierno de Felipe Calderón, villano favorito del régimen de la 4T. ¿En qué año fue detenido el mentado Rey Zambada, por cierto? En 2008, amables lectores. ¿Quién ocupaba en ese entonces la silla presidencial? Pues, justamente, el señor Calderón, en cuyo mandato ocurrieron los más grandes decomisos de sustancias ilegales.
Otra pregunta incómoda, con el permiso de ustedes: ¿Cuántas medallas han recibido Zambada y Veytia? No hay registro de ninguna distinción de nadie, oigan (bueno, hay episodios admirativos, muy seguramente, en los relatos de cantina de sus cómplices en el mundo criminal).
Al denostado y anticipadamente condenado García Luna le fue otorgada la condecoración de la Orden del Mérito Policial por el gobierno de España, en 2001; recibió, en 2004, un reconocimiento del FBI y otro más de la DEA; y, entre otros galardones, la Interpol le concedió el Distintivo de Plata de su Secretaría General.
No son necesariamente pruebas de inocencia, desde luego. Pero ¿los otros dos tan campantes y él afrontando la perspectiva de morir encerrado en una prisión? ¿Así es la justicia?
Román Revueltas Retes
revueltas@mac.com