Escribí el domingo que a Trump se le podría agradecer un logro accidental: haber logrado unir a los mexicanos. Pues no. Ni eso. La marcha para expresarle en sus narices el rechazo de un todo un pueblo —aunque el personaje esté más allá de poder siquiera advertir cualquier fenómeno que signifique una repulsa a su persona, de reconocer números y datos que no le sean favorables y de validar la más mínima manifestación de quienes se le oponen— fue un sonado fracaso. ¿Por qué? Pues, muy simple, porque no estamos unidos. La convocatoria que invitaba a exhibir nuestra unión terminó en una desalentadora muestra de desunión e insolidaridad.
Pero, oigan, ¿no habrá manera de organizar una protesta espontánea, en este país, sin que Enrique Peña tenga que figurar en el argumento de la novela? Digo, ¿su figura debe estar siempre presente en absolutamente todas las expresiones de rechazo y debe monopolizar absolutamente el tema del descontento social? Y, en el caso concreto de la protesta de anteayer, ¿cuándo fue que se plasmó la extrañísima disyuntiva de que repudiar a Trump era apoyar al impopular presidente de la Republica?
Naturalmente, la rabia ciudadana se acrecienta día a día, alimentada por los abusos de una clase gobernante a la que, miren ustedes, no se le pueden aplicar las restricciones legales que el mismísimo Trump está afrontando ahora gracias al ejemplar, aunque todavía imperfecto, sistema de contrapesos que tiene el modelo democrático de los Estados Unidos (de América). El problema es que aquí, en Estados Unidos (Mexicanos), no hemos podido siquiera instaurar una auténtico Estado de derecho y que las raterías de los politicastros ocurren delante de todos sin que el aparato legal responda con las consabidas acciones punitivas. En este sentido, los canallas de pura cepa mexicana han sido mucho más nocivos para la nación de lo que pueda jamás llegar a ser el payaso narcisista que ocupa ahora la Casa Blanca. Ni la pobreza, ni la desigualdad, ni el saqueo de las arcas de la patria se deben a las acciones de The Donald, así de inamistoso y agresivo como haya podido mostrarse. Y, bueno, el domingo volvimos a mostrar, una vez más, que nosotros nos bastamos para no haber construido una nación solidaria, próspera y justa. Pues eso.
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