Una misma realidad se puede interpretar de varias maneras. Los equipos de doña Liga MX viajaron a nuestro vecino país del norte para enfrentar a sus pares de la MLS, o sea, clubes canadienses y estadounidenses.
Algunos expertos sentencian que esos territorios, los de la Norteamérica a la que pertenecemos, no son comarcas que merezcan ser conquistadas por el gigante de Concacaf sino que nuestra primigenia condición de latinoamericanos quejicas —somos pueblo conquistado, no lo olvidemos— debería de llevarnos a competir contra nuestros entrañables hermanos de Suramérica, es decir, colarnos a la Libertadores.
Pero, miren, las cosas son lo que son y la geografía es un elemento absolutamente decisivo en las negociaciones que suelen emprender, justamente, los negociadores. Así las cosas, 18 equipos fueron invitados a participar en una tal Leagues Cup celebrada, como decíamos, en ciudades de Estados Unidos (de América) y los directivos de la suprema Federación del fútbol azteca se apresuraron a responder a tan generosa oferta.
Se interrumpió el torneo local y los sufridos jugadores del Puebla, el Santos Laguna, el Cruz Azul y otros clubes de relumbrón estuvieron no sólo fuera de casa —sin sus acostumbradas quesadillas y sus chilitos jalapeños— sino que tuvieron que viajar, de un estado de la Unión Americana al otro, cada tres o cuatro días. Un suplicio, o sea.
Estas circunstancias alimentan, justamente, la visión de quienes ven la realidad de cierta forma, retomando la frase con la que comienza este escrito deliberadamente impopular. Afirman, con la debida furia, que los clubes de Estados Unidos (Mexicanos) enfrentaron circunstancias particularmente adversas.
Otros observadores del universo futbolístico nacional, por el contrario, comparten la postura de quien garrapatea trabajosamente estas líneas. ¿Cuál? Pues, la muy desalentadora constatación de que el fútbol que se juega aquí ha perdido nivel y relevancia.
Dicho de otra manera, la MLS ya nos comió el mandado.
Por cierto, y ya que la mentada Libertadores aparece de pronto en el menú de opciones, ¿dónde diablos se juega esa competición? ¿En Cuernavaca? ¿En Teziutlán? ¿En Ciudad Madero? No. Los partidos tienen lugar en el subcontinente suramericano. Y, en lo que toca al arbitraje, evocado también como un factor que hubiera perjudicado a los equipos estadounimexicanos cuando participaron en la justa deportiva, no es tal vez tan malo como el de la denostada Concacaf pero, como ya lo ven ustedes, nos ha servido igualmente de pretexto para no volver a casa con el premio mayor.
La realidad es una. Los lloriqueos pueden ser la opción elegida. Pero las lágrimas también se equivocan. En lugar de sollozar por el arbitraje en la Laegues Cup y quejarnos de que no hubo partidos en Tlaxcala, deberíamos de gimotear por el pobre nivel de la Liga MX.