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Jos Verstappen, intrigante y pernicioso. ¿Hasta cuándo?

En nuestro horizonte terminan siempre por emerger figuras de gente muy antipática, por no decir odiosa o declaradamente mala. La infamia es también parte del relato que vamos conociendo los humanos, inclusive desde nuestra más temprana edad, y por eso es que en los cuentos infantiles hay madrastras y personajes como Drizella y Anastasia, las medias hermanas de la sufrida Cenicienta.

Es curioso, pero los malvados parecen tener un extraño poder en el mundo real. De alguna manera logran imponerse a los demás, así sea que exhiban los rasgos de un mocoso berrinchudo. O, tal vez, el descarado atrevimiento de los villanos es justamente lo que intimida a quienes se atraviesan en su camino, personas más temerosas y, antes que nada, preocupadas de no parecer demasiado insolentes.

La despiadada competencia que tiene lugar en el ámbito deportivo necesita de individuos particularmente ásperos, por calificarlos de alguna manera: tenistas que destrozan la raqueta en un arranque de rabia al haber perdido un match, boxeadores desaforadamente altaneros en el momento del pesaje, futbolistas violentos y toda suerte de sujetos que podrían entrar sin mayores reservas en la categoría de los llamados machos alfa (en lo que toca a las mujeres competidoras –incontestablemente feroces algunas de ellas— habría que acuñar un término equivalente para equipararlas a sus semejantes del género masculino).

Vienen a cuento las anteriores reflexiones porque al escribidor que garrapatea estas líneas le resulta particularmente inaguantable un personaje que medra en los círculos de la F1, un tipo intrigante y entrometido al que, suponemos, se le toleran sus desplantes por ser el padre biológico de un piloto absolutamente portentoso.

Y sí, ya habrán ustedes deducido o adivinado o imaginado que esa insufrible persona es Jos Verstappen. Se le podría reconocer al hombre, a lo mejor, el mérito de haber fabricado de pies a cabeza a un individuo de la especie humana con unas extraordinarias dotes para conducir coches en la máxima categoría automovilística. En lo referente a sus métodos, podríamos, de la misma manera, cuestionar si la dureza y la crueldad son herramientas válidas para lograr ciertos fines.

Verstappen padre, un corredor mediocre que nunca alcanzó mayores resultados cuando compitió, se dedicó a entrenar a su hijo desde que el chaval pudo empuñar un volante. Si el jovencito fallaba o cometía errores, el padre le retiraba el habla durante días enteros o, dicen algunos, lo golpeaba.

No sabemos en qué momento pudieren brotar en las emociones de Max las secuelas del maltrato. Hoy, padre e hijo forman una dupla indisoluble pero el tema es que el antiguo instructor se arroga, en la escudería Red Bull, la potestad de meter ruido y sembrar discordia.

Lo soportan por los colosales provechos que su vástago, un portentoso competidor, la aporta al equipo.

Pues sí. Pero ¿hasta cuándo?


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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