Nacimiento, vida y muerte, tres conceptos que nos sitúan en una realidad inesquivable, unos temprano otros tarde, pero para los humanos nos llegará el momento final de nuestra vida; algunos pasamos de largo, con poca trascendencia sin casi nada que aportar a la especie y la sociedad, si acaso nuestros genes en los hijos que continuarán el largo camino de la humanidad.
En ese trayecto hacemos amigos, tejemos redes en convivencia en algún grado de significación; si tuvimos la habilidad y la apertura de hacer entrega sincera e incondicional de la fraternidad; entonces tuvimos la suerte de tener un amigo que penetra nuestra esencia y existencia.
Si toca que ese amigo se adelanta en el camino a la eternidad, viviremos la experiencia de una pena profunda por esa pérdida irreparable.
Eso me sucedió el día 17 de enero, tuve la mala fortuna de perder a un entrañable amigo con quien cultivé una relación profesional primero y a través de ella un aprendizaje de cómo valorar la calidad de un humano entregado a su vocación verdadera.
Lo conocí gracias a un amigo y mentor mutuo el maestro Jesús Alfonso Arreola Pérez, quien, conociendo nuestro interés por la historia, nos hizo recorrer el Estado de Coahuila y lugares de Texas para investigar y divulgar nuestra historia coahuilense; pero la capacidad de trabajo de Lucas Martínez Sánchez era asombrosa, desde un principio reconocí su tesón, su entrega al compromiso que se impuso de escribir mínimo un libro cada año y lo cumplió con creces hasta ser el mejor de Coahuila.
Hicimos desde entonces, casi veinte años, una fuerte amistad, trabajamos proyectos juntos, lo apoyé cuando impulso que el Colegio de Investigaciones Históricas de Coahuila fuera verdaderamente estatal al tiempo que seguía escribiendo sus más de veinte libros todos magníficos, amplios, bien documentados, cuidados, variados en sus temas y momentos, libros que sobrevivirán porque son ya referentes fundamentales en temas novedosos de nuestra historia que le valieron el reconocimiento de los historiadores coahuilenses y de otras latitudes del noreste mexicano, por ello pasará a la nómina de los granados nombres de la historiografía coahuilense y mexicana.
Cumplió su misión en este mundo.
Ya no recorreremos Coahuila, en pos de la historia, porque cuando un amigo se va, se va una parte de uno.