Política

Democracia autoritaria

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¿La imposición de la voluntad de la mayoría es una manifestación de la democracia o una forma de autoritarismo? En principio, y así se pensó durante mucho tiempo, la decisión de la mayoría era incuestionablemente un principio democrático. Pero luego llegaron los ejercicios de esa lógica política, con el fascismo, el nazismo y la eliminación de los opositores basándose en dicha voluntad mayoritaria. Esos regímenes (democráticos a su manera) sirvieron para mostrar que las mayorías podían acabar con los derechos de las minorías, o incluso eliminarlas. Así, con el respaldo popular, el fascismo terminó con toda posibilidad de oposición, mandando a las mazmorras, al destierro o a la tumba a miles de opositores. De la misma manera, el nazismo, que llegó al poder mediante las urnas, terminó con los adversarios de izquierda y derecha, mandó a campos de re-educación a algunos y a otros a campos de concentración. Allí murieron, incluso, muchos que fueron señalados como enemigos del régimen: judíos, homosexuales, testigos de jehová, gitanos, intelectuales y opositores políticos.

Entonces y solo entonces la humanidad se dio cuenta que la voluntad de la mayoría no podía ser ilimitada; que esa expresión de la democracia tenía que ser complementada con la salvaguarda de los derechos de las minorías. En suma, que la pura voluntad mayoritaria, expresada ocasionalmente en las urnas (en el mejor de los casos), o interpretada por los liderazgos mesiánicos o autoritarios que se apoderan de la misma, no solo era insuficiente, sino que podía conducir a los peores escenarios antidemocráticos y autoritarios.

En realidad, lo anterior ya se sabía, pues desde por lo menos el siglo XVIII los autores de la Ilustración hablaban de la necesidad de contrapesos al poder absoluto. Y, sin embargo, la humanidad olvidó esta premisa básica para la defensa de los derechos humanos. Tuvimos que atestiguar los horrores del holocausto para repetirnos que esto no debe volver a suceder. La mayoría tiene el derecho de indicar el camino de una nación, pero nunca pasando por encima de los derechos de las minorías. Pero resulta que los que antes fueron minoría, en muchas ocasiones se olvidan de ello. Impera entonces el revanchismo y la pobreza de miras de largo alcance. Quienes están ahora en el poder, olvidan o simplemente ignoran, que el mundo da muchas vueltas; que tarde o temprano su tiempo acabará.

Señalo todo esto, como usted se imaginará, por el penoso espectáculo de la aprobación/imposición del presupuesto federal, sin que la oposición haya podido introducir una coma. No creo que, ni en los peores momentos del carro completo priista, haya sucedido algo así. Pero estamos ahora frente a una mezcla monstruosa de servilismo autoritario, basado en una concepción de la democracia superada desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Como en esta mayoría lo que cuenta no es la capacidad, sino la lealtad a una persona o a un difuso proyecto político, se ha vuelto central aplastar a la minoría. Estamos entonces frente a una forma rebasada de democracia autoritaria, heredera de viejos totalitarismos, aunque con ropajes populistas.

Roberto Blancarte

roberto.blancarte@milenio.com


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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