De la misma manera que América Latina ha terminado por influir en México en materia de participación religiosa en la vida pública, los vientos del sur también traen consigo otro tipo de cambios. Uno de ellos vendrá este año, casi seguramente, a partir de lo que se produjo recientemente en Argentina respecto a la despenalización del aborto. Y ciertamente pondrá a prueba al gobierno de la mal llamada 4T, pues mostrará las enormes contradicciones en su interior, así como el conservadurismo intrínseco del presidente López Obrador en ésta y otras materias.
Conservadurismo que no importaría, si alguno de sus fieles seguidores y sobre todo fieles seguidoras, se atreviera a rechazar. Pero, desafortunadamente, no es así. Mis amigas feministas partidarias de este gobierno saben que el Presidente es conservador y que no las apoya porque personalmente está en contra y porque su posición sobre este derecho de las mujeres no parte de que se trata de un derecho humano que hay que garantizar, sino de la idea que es un asunto polémico en el que mejor no hay que meterse, aún a costa de las libertades y la vida misma de muchas mujeres.
López Obrador ni siquiera se pone a pensar que garantizar este derecho es básicamente proteger a las mujeres más pobres y marginadas, pues son las únicas que no pueden ni imaginarse, ni costearse un viaje a Ciudad de México para poder interrumpir su embarazo con libertad. Así que cuando propone que esto “no sea un asunto de gobierno o de los poderes o de las Iglesias, sino que sea un asunto de las mujeres”, en realidad le está sacando la vuelta a una de sus obligaciones, que es la de avanzar en la construcción de derechos que hasta ahora les han sido negados a diversos sectores de la población, en este caso a las mujeres. Poner a consulta el derecho de ellas a decidir sobre su propio cuerpo es no haber entendido la lógica de los derechos humanos y más bien mostrar al desnudo su enorme conservadurismo. Contrariamente a lo que dice López Obrador, éste no es un asunto de las mujeres; es un asunto social y que los tres poderes del Estado deben atender. Pretender lavarse las manos con una consulta pública es, o abierta cobardía, o mezquindad política, o ignorancia respecto a los derechos de las mujeres, o simple conservadurismo, o todas estas cosas juntas.
Argentina, a pesar de tener un Papa de dicha nacionalidad que abiertamente se opuso a esa reivindicación, ha podido llevar a cabo ese y otros avances en materia de derechos de las mujeres y otras minorías sexuales, porque ha tenido gobernantes claros y realmente comprometidos, que han empujado desde arriba para obtener y garantizar las libertades que implican. Esos derechos no se pusieron a consulta de la población. Se empujaron desde la presidencia y se apoyaron en la sociedad, sobre todo en las mujeres que, cada vez más organizadas, reclamaron y exigieron sus derechos, más allá de lealtades partidarias. En México, hay que admitirlo, López Obrador no encabezará esa lucha y la 4T está llena de conservadores. El derecho a una interrupción de embarazo despenalizado llegará, eventualmente, a pesar del Presidente, si no es que en su contra.
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