Política

El tesoro de Banamex

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El curioso anuncio de la venta de Citibanamex, el tercer banco de México en cuanto a activos, utilidad y cartera, sin tener comprador amarrado, ha preocupado al mundillo financiero, a los clientes del banco y a quienes nos importa lo que a pocos, es decir, el arte, la cultura y la belleza que el acervo de la fundación Banamex ha resguardado con bien por décadas.

El 2 de junio de 1884 se fusionaron el Banco Mercantil Mexicano y el Banco Nacional Mexicano para fundar, como una sociedad anónima, el Banco Nacional de México. El Mercantil, de capitales gachupines, y el Nacional, más mexicano aunque afrancesado, fueron erigidos apenas unos años antes para atraer inversión extranjera bajo los auspicios del presidente Manuel González, con la tutela de consejeros y administradores de los grandes bancos franceses de la época. El Banco Nacional de México, luego conocido como Banamex, los unificó para darle al país la solidez institucional, financiera y económica que necesitábamos para entrar al concierto de los países civilizados que tanto anhelaba don Porfirio. Siendo privado, fungió por muchos años de nuestro Banco Central, contratando deuda externa, tramitando obligaciones fiscales y emitiendo el papel moneda. Agustín Legorreta Ramírez, su presidente interino, se hizo cargo luego de que sus operadores europeos abandonaran México hacia París ante la inminencia de la Primera Guerra Mundial; lo sucederían en el cargo su hijo y su nieto. Fue el primer banco mexicano en ofrecer cheques, en regalarle alcancías a los niños —en forma de ardilla—, en usar tarjetas de crédito, en unificar su red telefónica y computacional y en habilitar cajeros de autoservicio; ¿se acuerdan de los “bancomáticos”? Hasta 1982, cuando López Portillo hundió nuestra economía y decidió que el mejor remedio era que quienes nos habían arruinado controlaran todavía más, nacionalizando los bancos. En 1991 llegó la ola de privatizaciones de la presidencia salinista, y el banco fue adquirido por los accionistas de la casa de bolsa Acciones y Valores —Roberto Hernández y Alfredo Harp, entre otros—, quienes regentearon Banmex-Accival, o Banacci, hasta 2001, cuando por primera vez en su historia salió de manos mexicanas para venderse a Citicorp en 12 mil 500 millones de dólares, el monto más alto pagado por una empresa en este país.

Además de sus servicios bancarios, la Fundación Cultural de la empresa fondea, cataloga y cura la mejor selección de piezas de arte popular, a sus grandes maestros, casas de cultura regadas por el país, edificios históricos emblemáticos y un exquisito acervo de arte mexicano, del virreinato hasta lo contemporáneo, que ante la especialización y el provincialismo de los museos privados, y la pauperización e inopia de los públicos, funge de verdadera memoria visual histórica de México; ningún otra institución o empresa está tan comprometida, tan identificada con el acervo estético patrio. Crisis económicas, guerras y cataclismos nacionales hemos tenido, y seguiremos teniendo, a pasto, pero si no protegemos los siglos de esplendor y belleza que definen a lo mexicano, al final, ¿qué somos?

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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