Cuando Yeidckol Polevnsky entró en 2005 a la arena política nacional compitiendo bajo las siglas del PRD por la gubernatura del Edomex, que ganó Enrique Peña Nieto, lo primero que me llamó la atención fue su nombre. No el hecho de que, por sus dolorosas experiencias familiares, lo hubiera cambiado con todo y apellido del de Citlali Ibáñez Camacho, sino el nombre por sí mismo: Yeidckol, que ella dijo en alguna vieja entrevista que significa “Elegida de Dios”, pero que en realidad no existe: no es hebreo, ni polaco, simplemente no existe, o no existía antes de que ella lo adoptara. Polevnsky desde entonces destacó por tener una relación fluida con la realidad, rasgo que comparte a cabalidad con López Obrador, su caudillo al estilo de su admirada dictadura cubana; hace días escribió en sus redes sociales un panegírico que no tiene ni Kim Jong-un: “Con el presidente López Obrador todo, sin él, nada”.
Polevnsky, cuya lealtad le valió convertirse en la primera dirigente del novel partido, se encuentra ahora en un atolladero: bajo sus órdenes la Secretaría de Finanzas de Morena entregó, apenas este pasado invierno, 395 millones de pesos por obras fantasma a dos inmobiliarias ligadas a Enrique Borbolla García.
Su problema, por supuesto, no es ése, sino el haberse aferrado a la dirigencia de Morena con insultos y amenazas hasta que los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial la obligaron a bajarse, y la nueva dirigencia, con la bendición del Presidente, parece estarle cobrando caro el zafarrancho. Porque sabemos que López Obrador es un férreo enemigo de la corrupción, pero solo cuando es ajena, protegiendo y exculpando las obvias cochinadas e ineptitudes de sus solovinos hasta el ridículo. Está claro que el pecado de la ex secretaria general no fue el desvío, ni siquiera que se lo hubieran pescado, sino la lucha en lodo por el poder que se aventó al competirle el puesto por la mala al zacatecano bendecido por López Obrador, Alfonso Ramírez Cuéllar. Dejen la bicoca de los casi 400 millones: eso es realmente la que Polevnsky no se va a acabar.
@robertayque