La tragedia de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México prueba que, cuando la verdad deja de ser relevante lo único importante es mentir mejor.
Murieron veintiséis personas y otras setenta resultaron heridas por un evento que pudo haber sido evitado.
No se trató de un episodio impuesto por obra de la naturaleza, el azar o la mala voluntad de los dioses. Los vagones del Metro donde viajaban las víctimas se desplomaron por culpa de un error humano que debía ser investigado.
Sin embargo, la verdad sobre tal investigación ha sido sepultada por las palabras mentirosas de la autoridad.
El miércoles de la semana pasada la jefa de Gobierno de CdMx se exhibió como una pésima mentirosa y, al mismo tiempo, como alguien a quien la verdad le tiene sin cuidado. Cuando le convino defendió la investigación sobre lo sucedido pero una vez que fue señalada su administración como corresponsable de los hechos, la funcionaria perdió los estribos y descartó la crítica con exageración.
El año pasado se filtró a la prensa el primer reporte de la empresa Det Norske Veritas (DNV) sobre su peritaje a propósito de la tragedia de la Línea 12. Esta empresa noruega, que tiene casi 160 años de trayectoria, precisó que no había sido suya la responsabilidad de la publicación.
Después se supo que ese documento había salido de la oficina de la jefa de Gobierno, supuestamente sin su autorización, para ser entregado a la prensa antes de que Sheinbaum lo diera a conocer.
La repercusión de lo expresado en esas páginas fue grande. Horas después las acciones de la empresa Carso, responsable de la construcción del tramo accidentado, se desplomaron hasta perder más de 3 mil millones de pesos.
También recibió una lluvia furiosa de ataques el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, ya que era el alcalde de la capital al momento de la construcción de la Línea 12.
Según los peritos expertos de DNV el tramo siniestrado padeció de una construcción deficiente porque la empresa constructora utilizó distintas mezclas de concreto y porque las soldaduras de las trabes que sostenían el viaducto elevado habrían sido ejecutadas de manera incorrecta. También se encontró porosidad y fusión inconveniente entre las uniones de las trabes, así como una colocación incorrecta de los pernos que debían unir tales trabes.
La lógica de este análisis pericial asignó responsabilidad directa sobre el constructor y también sobre el gobierno de aquel entonces que no supervisó las obras como era su obligación. Cuando distintas voces cuestionaron aquel primer reporte de DNV, Sheinbaum no dudó en defender la solvencia técnica de esa empresa y también las razones por las que su gobierno eligió a dicha compañía.
Subrayó primero que no existe en el mundo un número grande de compañías con la experiencia que se requiere para realizar un peritaje tan complejo como el que debía celebrarse.
Un año antes otra firma del mismo ramo, la certificadora alemana TÜV (Technischer Überwachungs Verein) había sido contratada por el gobierno de la ciudad para que realizara el peritaje sobre el accidente, también de Metro, ocurrido en otra línea cuando dos trenes colisionaron cerca de la estación Tacubaya.
La administración Sheinbaum argumentó que no era posible volver a entregar a TÜV este nuevo peritaje ya que generaría suspicacias respecto a un eventual favoritismo. Fue entonces que se recurrió a DNV cuya trayectoria en la valoración de siniestros la ubican, junto con TÜV, entre las más confiables del mundo.
Como nota de color cabe mencionar que el lema de DNV es “cuando la confianza importa.”
Con todo, en aquel momento provocó sospecha el que esta empresa se hubiese centrado solamente en el proceso de construcción y no en el mantenimiento que debió haber recibido la Línea 12 después de ser inaugurada.
Durante los días posteriores a la tragedia circuló un documento incluido en la revisión de la cuenta pública de 2017 de la CdMx en el cual se denunciaba con anticipación la falta de mantenimiento a las trabes que sostenían el viaducto elevado que desplomó en 2021.
También se dieron a conocer reportes y reclamaciones realizadas con anterioridad por parte del Sindicato Nacional de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo (SNTSTC). En ellas se requería a la autoridad para que atendiera cuestiones de mantenimiento preventivo y funcionamiento de la Línea 12.
Particular atención merecieron los exhortos a revisar los problemas estructurales derivados del terremoto de 2017 ya que, según diversas fuentes, habían sido menospreciados.
Ante esta pila de argumentos que obligaba a mirar, no solo a la construcción, sino también al mantenimiento DNV aclaró que, por acuerdo con las actuales autoridades de la capital, la entrega de los estudios periciales bajo su responsabilidad había sido dividida en tres partes y que no sería hasta el último reporte que se abordarían los asuntos relacionados con el mantenimiento, cuya responsabilidad habría recaído sobre las espaldas de las administraciones del ex alcalde Miguel Ángel Mancera (2012-2018) y Claudia Sheinbaum (2018-2021).
Cuando por fin llegó el momento anunciado para que el tercer reporte fuera dado a conocer, sorpresivamente Sheinbaum tomó el micrófono y acusó a DNV de estar coludida con intereses políticos contrarios a su persona y aseguró que las últimas conclusiones de la empresa noruega eran tendenciosas y carente de metodología.
Ese mismo día la jefa de Gobierno exhibió de qué material está hecho su compromiso con la verdad, al tiempo que se mostró como una pésima mentirosa. Cuando el peritaje afectó intereses de sus adversarios, el reporte fue promovido en los diarios internacionales, pero una vez que este documento especializado mordió su reputación, entonces inventó una excusa y rompió la relación con DNV.
Los errores políticos de Sheinbaum no dejan de acumularse y juegan en contra de sus aspiraciones presidenciales.
Ricardo Raphael
@ricardomraphael