Siempre asombran los cambios legales, pero mucho más las trasformaciones culturales. Desde el martes 7 de septiembre de 2021 quedó expulsada del sistema constitucional mexicano la prohibición absoluta de interrumpir el embarazo.
Hace 38 años, por primera vez en México, se planteó desde la Presidencia de la República la posibilidad de una reforma que legalizara el aborto.
En aquel entonces se abrió el diálogo entre grupos feministas y el gobierno federal para explorar la posibilidad de hacer avanzar el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo.
Aquella propuesta enfrentó, sin embargo, un problema serio: era demasiado de avanzada para la época.
El mero voluntarismo del presidente Miguel de la Madrid o el de las líderes feministas de entonces no tuvieron suficiente solvencia como para vencer un contexto cargado de resistencias.
Las presiones provenientes de la Iglesia católica, la élite conservadora, tanto política como empresarial, y también la intervención del circulo familiar del primer mandatario, desbarrancaron aquella iniciativa.
Casi cuatro décadas han transcurrido desde entonces y ahora el país es otro, prácticamente por entero. Prueba de ello es que 10 ministros de los 11 que integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación votaron por unanimidad en contra de los artículos del Código Penal del estado de Coahuila, que penalizaban tanto a la mujer que decide terminar con un embarazo como a las personas que le ofrecieran ayuda.
El proyecto elaborado por el ministro Luis María Aguilar Morales es histórico. Pero jamás habría ocurrido si antes las normas del derecho internacional que hoy forman parte del bloque constitucional que rige la vida en el país no hubiesen transformado la cultura jurídica mexicana.
Y tampoco si no hubiesen perdido vigor los enclaves autoritarios de la derecha rancia, siempre obsesionados, cruel y discriminatoriamente, con el cuerpo y la intimidad de las mujeres.
Zoom: mención aparte (tema para otro texto) fue haber introducido en la resolución el término “persona con capacidad de gestar” para referirse no solo al derecho de las mujeres, sino también al de otras identidades sexogenéricas como las personas trans, no binarias y lesbianas.
@ricardomraphael