Política

La hiperpolítica llegó para durar

La legisladora Salma Luévano se disfrazó para denunciar el discurso transfóbico de Quadri. Especial
La legisladora Salma Luévano se disfrazó para denunciar el discurso transfóbico de Quadri. Especial

Tres episodios se volvieron virales esta semana por su capacidad para electrificar los polos de la política.

El primero lo protagonizaron Gabriel Quadri y Salma Luévano, ambos legisladores que representan roles opuestos en la Cámara de Diputados.

El pasado jueves, Luévano subió a tribuna portando una peluca con rizos oscuros, un bigote poblado que no llega a las comisuras de los labios y unos lentes italianos de utilería.

Se disfrazó para denunciar a Quadri quien, desde hace tiempo, monopolizó la bandera antihomosexual y sobre todo el discurso contra las personas trans.

“Quadri, transfóbico”, decían las pancartas de la diputada. “No se vale que recurran a prácticas fascistas”, estalló en revancha el diputado conservador contra líderes de la diversidad sexual.

Más de 300 mil menciones relativas a este episodio aparecen en el buscador Google después de un recorrido sobre la red de solo 75 segundos.

Este número se multiplica por veinte en la plataforma YouTube cuando aparece Roberto Palazuelos dando una entrevista en el programa De Primera Mano (Grupo Imagen), en la que amenaza abiertamente a sus detractores:

“A mí ninguna guerra sucia me va a parar, y todas esas gentes que están difamándome, que están haciendo cosas, yo estoy apuntando, estoy tomando nota; ya llegará el momento, cuando sea el titular del Ejecutivo, que (ahí) ajustaremos cuentas”.

En un país donde el periodismo es un oficio de alto riesgo —el segundo lugar más peligroso en el mundo para ejercer—, estas amenazas anticipadas del candidato de Movimiento Ciudadano al gobierno de Quintana Roo no pueden ser consideradas como una broma.

Poseedor de una audiencia infinitamente menor, pero practicante de una estridencia similar, también se hizo notar el youtubero Vicente Serrano. Este hombre se caracteriza por la frecuencia con que, al intentar expresarse, agota el repertorio de sus palabras y, desesperado por sus limitaciones, manda a chingar a su madre a quien tenga enfrente. Por eso, en vez de mejorar su argumento, suele reventar majaderías.

Cada uno de estos ejemplos sirve para hablar de la hiperpolítica, una fórmula para abordar temas relativos al poder y a los poderosos no desde la verdad de los hechos denunciados, sino desde los adjetivos que los decoran y los aspectos que los deforman.

Quadri, Palazuelos y Serrano son personajes que, vistos de cerca, se parecen mucho entre sí. Desayunan, comen y cenan haciendo inferencias falsas, fabricando suposiciones y torciendo cotidianamente la realidad.

Quadri es un sujeto que se radicalizó para ganar notoriedad política promoviendo un discurso de odio; Palazuelos es un actor famoso, pero mal calificado, que ha hecho negocios gracias a sus conexiones con gobiernos y grupos acusados por delinquir en el estado que aspira a gobernar, y Serrano es un hombre descaradamente obsecuente con el poder que finge proximidad con el pueblo, pero cobra y vive como rey.

No es, sin embargo, extraordinario que los tres —frente a sus respectivas y muy distintas audiencias— cuenten con una abultada cauda de seguidores. Todos tienen talento para hacer de la política un espectáculo barato, sin densidad ni relevancia.

Son ejemplos de la época “híper,” de la hiperpolítica, pero también del hiperrealismo y la hipermodernidad.

Híper significa excesivo, fuera de rango, sin contención. La hipertensión arterial es una enfermedad peligrosa, la hiperactividad refiere a un comportamiento sin límites, la hipersensibilidad indica una actuación exaltada de las emociones.

En este mismo orden de ideas la hiperpolítica es la práctica del gobierno de sí y de los otros que se lleva a cabo de manera eufórica, fuera del canon y a partir de tonos y estéticas exageradas.

No hay originalidad en las personas que en México han abrazado a la hiperpolítica: se trata de un hecho global que lleva andando más de una década.

Donald Trump y el movimiento Make America Great Again (MAGA), el partido Vox en España, la República en Marcha en Francia o Morena en México son expresiones que, independientemente de su ideología, coinciden en su hacer, a partir de la hiperpolítica.

Se equivocan quienes acusan de populistas a estas expresiones: esa etiqueta no funciona porque el populismo del siglo XX, aunque pudiera tener coincidencias, difiere mucho de la hiperpolítica del siglo XXI.

También cometen un error quienes suponen que solo en su respectiva nación existe este fenómeno. Los Quadri, Palazuelos y Serrano del mundo son legión y continúan creciendo.

La literatura sobre la hiperpolítica ofrece seis denominadores comunes que no tienen que ver con la ideología, sino con la decisión deliberada de polarizar dilemas que estaban previamente en la sociedad: 1) la indignación y el resentimiento; 2) el Estado en crisis al que urge transformar; 3) la desconfianza en las instituciones tradicionales; 4) la corrupción del gobierno; 5) la injusticia de la globalización, y 6) el electorado como sinónimo de audiencias de redes sociales.

Un primer argumento que atraviesa a la hiperpolítica es el abuso discursivo sobre la lucha entre estamentos: privilegiados contra desposeídos, elite versus el pueblo, ciudad versus campo, indígenas contra mestizos, ortodoxos contra heterodoxos.

La hiperpolítica tiene éxito cuando se endereza contra la política cupular, (tradicional y conservadora). Este razonamiento igual sirve para los adultos blancos en Estados Unidos que se asumen como las víctimas de la migración mexicana, que para las personas que no tienen empleo en España y reclaman inclusión.

Según el dogma de la hiperpolítica, tales clivajes no pueden ser resueltos por un Estado en crisis, por ello hay que ser paciente con la reforma radical en curso: ahí está Morena en México, Cinco Estrellas en Italia o Jair Bolsonaro en Brasil.

Se suma un discurso nihilista que señala a todo lo anterior como cómplice del desastre. Urge por tanto combatir la corrupción, que no solamente fue económica, sino también moral (antitrans), espiritual (procristiana), antimaterialista (López Obrador) o antimigrante (Trump). En su llamado contra la desigualdad, la hiperpolítica es igualmente antiglobalizante y sobre todo antineoliberal. Por último, ella razona en función de audiencias que crecen y se galvanizan dentro de las redes sociales: por eso necesita un lenguaje estridente, espectacular, extremo, polar, veloz y liviano.

Los personajes que hoy representan a la hiperpolítica cuentan con ventaja para ganar amplias simpatías. Son como los alimentos ultraprocesados: hacen daño, pero sus consumidores no los abandonan. Sus fans los adoran. 

Ricardo Raphael

@ricardomraphael

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Ricardo Raphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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