¿Cuántas personas más, muertas o desaparecidas, serían necesarias para comenzar a pensar la paz de otra manera? ¿Dónde trazar el límite de la equivocación, cuando haya 300, 400, 500 mil víctimas?
El Ejército mexicano calcula, conservadoramente, que hay medio millón de individuos movilizados en esta guerra —dentro del bando del crimen organizado—, la mayoría de ellos armados, estructurados jerárquicamente y con capacidad de provocar violencia letal en muchas regiones del país.
¿Qué ruta haría viable la desmovilización, el desarme y la eventual reincorporación a la normalidad de todas esas personas?
La Conferencia Episcopal y la Compañía de Jesús han propuesto para el próximo domingo 10 de julio una jornada de oración por la paz que sirva, frente al evidente fracaso, para explorar alternativas posibles de pacificación.
El influyente obispo de Zacatecas, Sigifredo Noriega, desafió con que, entre ellas, debe considerarse una conversación pública con los líderes del crimen organizado.
Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador celebró dejar atrás el tono justiciero y vengativo que tan pobres resultados ha dado para reducir la violencia, otros líderes del oficialismo que no compaginan con los argumentos del mandatario rechazaron reconocer como interlocutores a las mafias criminales, mucho menos negociar con sus cabezas.
No obstante, la iniciativa de los líderes religiosos se nutre de una experiencia que, en otros países, sobre todo de América Latina, fue virtuosa debido a los esfuerzos dedicados a acordar la paz con grupos armados disidentes del pacto constitucional.
Entre ellos destacan los acuerdos entre el gobierno colombiano y la guerrilla que provocaron una entrega masiva de las armas, indultos que permitieron la vuelta a la legalidad de miles de individuos y el freno contundente de la espiral de violencia.
También en estos episodios hubo, en revancha, rechazo furioso al reconocimiento del adversario como interlocutor, y negativa a cualquier tipo de negociación, bajo los argumentos de una supuesta defensa al Estado de derecho y sus leyes, a pesar de que ambos hayan estado profundamente fracturados.
Zoom: entre la paz y la guerra, la paz merece todo el esfuerzo, voluntad, imaginación y sinceridad. Sin ambigüedades, sin demagogia, sin hipocresías. Todo cuanto sea necesario para desmovilizar y desarmar. Todo.
Ricardo Raphael
@ricardomraphael
