Oliver López fue detenido por cometer uno de los delitos que por años ha mermado la calidad de vida de una nación entera: arrojar piedras. Murió el mes de marzo en Tijuana, Baja California y la causa fue asfixia ocasionada por un policía que le presionó el cuello con la rodilla hasta perder la vida. Dos meses después, George Floyd fue denunciado por pagar con un billete falso de veinte dólares. Murió el mes de mayo en Minneapolis, Estados Unidos, asfixiado en las mismas circunstancias que Oliver. En ambos casos hay evidencia registrada en videos ciudadanos. ¿Qué pasó una vez que se difundieron los videos? En Tijuana, la Fiscalía comunicó que hay un expediente por delito de homicidio no intencional, además de uno de esos clásicos mensajes dignos de letra dorada: se actuará conforme a la ley para determinar la situación jurídica de los responsables. Quienes presenciaron el lamentable hecho, se dirigían a los policías con expresiones como “ya lo mataste”, “está morado” o “nosotros lo vimos”. En el caso de George, los policías fueron despedidos de su corporación, denunciados y el asunto turnado a un juez que ya fijó fianza para los policías, que además cuentan con una adecuada defensa legal.
El común denominador en ambos casos es el abuso policial. Aunque parece que también lo será la dificultad para que esos policías afronten consecuencias reales. En Tijuana, al tratarse de un delito no intencionado, el pronóstico de sanción es bajo. En Minneapolis, será muy difícil cuestionar el uso de la fuerza cuando los encargados de cumplir la ley tienen la prerrogativa de usarla.
A pesar de esos lamentables hechos, es inevitable reconocer que en ambos países no todos los cuerpos policiacos cometen abusos. Hay oficiales que cumplen cabalmente su función en ambos lados de la frontera y eso también está documentado. Sin embargo, lo que quizá se ha puesto de manifiesto con ambas circunstancias, es reflexionar en algo que ha sobrado allá y ha faltado aquí. Y es que allá, el caso de Floyd levantó una verdadera ámpula social que puso de cabeza a la Casa Blanca. Aquí, a pesar del esfuerzo realizado desde representantes de academia, sociedad civil y varios sectores interesados, algo está faltando para que se levante una ámpula social, que sea un generador de cambio y exigencia, para que por fin se tome en serio mejorar las condiciones de los cuerpos policiacos mexicanos y se pueda decir que en las malas y en las buenas hay consecuencias reales.
* Abogado especialista en análisis de políticas públicas en materia de justicia y estado de derecho.
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