El despido de Javier Aguirre de los Rayados del Monterrey, tras acumular este equipo una nueva derrota, debe ser tomado como un gran asunto a analizar.
Quien haya tomado la decisión hace unos meses de contratar a un entrenador tan cotizado como Aguirre, con una sólida carrera como entrenador en el futbol europeo, debe estar hoy sumamente cuestionado.
A Aguirre le dieron el mejor sueldo que entrenador alguno ha ganado en los últimos años en el futbol mexicano. A Aguirre, además, le proporcionaron muy buenos y caros jugadores.
Y Aguirre no les dio nada. No ganaron el título de Liga en su primera temporada… Obtuvieron su pase al Mundial de Clubes, pero ya en este torneo, hace apenas unos cuantos días, hicieron el ridículo quedando eliminados a las primeras de cambio.
Y en el presente torneo de Liga el equipo empezó a caerse a pedazos de forma inexplicable, pues hay casi un consenso de que tienen, por nombres, al plantel más poderoso del futbol mexicano.
Los propietarios de los Rayados, así como los de Tigres, América, Cruz Azul y Chivas, deben revisar muy bien esta experiencia.
Quizá la primera y más dura lección sea la de que no tiene sentido alguno contratar o apostar por un entrenador sin ambición, sin capacidad para renovarse, que siente que lo sabe ya todo.
Un entrenador joven o nuevo bien formado tiene más posibilidades de dar mejores resultados que uno encumbrado, que además resultará mucho pero mucho más caro.
Hay que tener la capacidad como directiva de saber quiénes son esos entrenadores bien formados y ambiciosos, con reales ganas de triunfo, que no crean que lo saben ya todo.
Se habla ahora de que los Rayados tienen como opción a Víctor Manuel Vucetich, otro de los encumbrados venido muy a menos en los últimos años. De irse por ese camino demostrarán que no aprendieron absolutamente nada de su ridículo con Aguirre.
Rafael Ocampo