Al margen de los resultados de las elecciones de este domingo 2 de junio de 2024, que nos darán nuevos gobernantes en los poderes Ejecutivo y Legislativo federal, y legislativo y municipal a nivel local, las políticas públicas tendrán un impacto diferente en la sociedad, pues el reacomodo de fuerzas en las administraciones públicas y en los congresos definirán nuevos rumbos en todos los ámbitos, como en el sector cultural, por ejemplo.
Tanto en el país como en el Estado de México, los trabajadores de la cultura, los integrantes de las industrias culturales, los medios de expresión cultural, los promotores y animadores socioculturales y, en general, los artistas y productores requieren un reconocimiento a su trabajo con mayores incentivos, pues el sector contribuye con 2.9% al Producto Interno Bruto nacional, que se integra por las actividades de mercado (2.3%), las relacionadas con los hogares (0.4%) y las de gestión pública (0.2%), un porcentaje que puede ser mayor y beneficiar a un mayor número de personas con políticas culturales de mayor alcance que las que ahora se han dado (INEGI, 2022).
En el ámbito estatal, la política cultural requiere definición, pues tras ocho meses de haber cambiado la administración de la Secretaría del ramo, nadie ha divulgado el plan de corto, mediano y largo plazo con que se logrará no solo impulsar el sector, sino siquiera cumplir las promesas de campaña de la hoy gobernadora Delfina Gómez. El Estado de México contribuye a la economía cultural de manera relevante, especialmente en el campo de las artesanías, pero no hemos visto las metas que se ha fijado el gobierno ni las estrategias que se desarrollan para cumplirlas.
Ese pendiente federal y local pasa por el tamiz del Poder Legislativo, que debe no solo actualizar el marco normativo para facilitar el impulso cultural, sino contribuir con renovados bríos a la distribución de más recursos para el sector Cultura, considerado por costumbre el último de los campos de la política con importancia para la genuina transformación de las realidades sociales.
Por experiencia o por ingenuidad, no lo sé, no tengo un buen pronóstico en que esto cambie en el corto plazo para los hacedores de cultura, pero nadie puede darse por vencido en la exigencia de reivindicar la riqueza creativa, el arte y la historia y tradiciones que nos dan identidad, sobre todo si en ello va el sustento de miles de familias y la valoración justa del arte como expresión original de la sociedad. La falta de perspectiva en este campo trae consecuencias nocivas en las nuevas generaciones, que crecen sin conocer la valía de su historia y su presente cultural, y con ello se vuelven presa de otras influencias con mayor fuerza vinculante.
Lo cierto es que en los próximos meses veremos cambios en las formas de asumir el reto de impulsar la cultura, esperemos que sea para bien de ésta y de la sociedad en sí misma. Al tiempo.