Cultura

Voy a cantarles la historia…

Los corridos son una expresión del sentir popular. La censura no puede acallar la realidad, pero sí viola la libertad de los artistas para expresar lo que sienten y del público para escuchar lo que desee.

Sergio Sarmiento

De unos meses para acá, el corrido se encuentra entre múltiples artículos y polémicas dentro de distintos espacios comunicativos. Desafortunadamente, las redes sociales, en lugar de ayudar a esclarecer estos temas debatibles, generan conflictos, rivalidades y discordias. De nada sirve tomar partido argumentando puntos de vista en los que no impera la imparcialidad. Lo que no debemos olvidar es que el corrido es una fuente maravillosa para la historia.

Los corridos son hijos del romance español. El Romancero es la cepa de donde brotó el corrido. El género del romance se caracteriza por ser un breve poema épico-lírico que se canta al son de un instrumento. Y el romance también es heroico que lo lleva a vincularse con el pueblo de un modo muy íntimo, al familiarizarlo con la epopeya, con todos aquellos sucesos que le pertenecen a un determinado grupo sociocultural; narra, a manera de informe, todos los hechos, tanto las hazañas gloriosas, como las trágicas o aciagas que van afectando a los pueblos. El Romancero se distingue y se destaca por ser principalmente histórico; palabras más, palabras menos, es así como don Ramón Menéndez Pidal nos presenta el romance. De este género brota el corrido.

“Volaban los zopilotes sobre un cuerpo destrozado, tenía la ropa rasgada, el rostro desfigurado, pero una cruz en su pecho decía: Jesús Maldonado…”.

José Alfredo inicia este corrido con una imagen desgarradora, presentando a su personaje con palabras sencillas, utilizando un lenguaje llano y espontáneo. De esta manera, el autor llama la atención del oyente y lo introduce de lleno en la narración.

Menéndez Pidal señala que el romance se originó en el centro de la península hispánica, en la región de las dos Castillas: la Vieja y la Nueva. En la zona de Andalucía les llamaron a los romances populares más primitivos “carrerillas, corridas o corríos”, es tal vez de aquí de donde deriva el nombre de corrido que se adoptó en México para este género; pues se cantaba lisa y llanamente, sin intercalados ni adiciones.

“Entre Santana y Huamantla cayó El Tigre de Tlaxcala, el comandante del pueblo no le encontró ni una bala, no tenía señas de golpes, tampoco de puñaladas”.

Los corridos que penetran son aquellos que surgen del pueblo por tener esa manera familiar y directa, que brota de un lenguaje franco. En las dos estrofas anteriores constatamos la amplia libertad que tiene el poeta para narrar los hechos. A pesar de la brevedad, el compositor logra mantener la atención de los oyentes, debido al manejo del lenguaje que conserva el suspenso dentro del relato. Es importante señalar, y los estudiosos coinciden, que cuando el romance pasó al ámbito de la vida plebeya no perdió su forma, más bien, la reseña se tornó más libre y abierta.

Una vez que la tradición del romance se instaló en América y, principalmente en México, fue siendo aceptada, aprehendida y, en muchos casos, transformada o bien adaptada al sentimiento indígena que le imprimió características propias sin que por ello perdiera lo esencial de su forma lírico-literaria.

Ahora bien, en la actualidad el corrido conserva mucho de su estructura y de su forma, y nunca abandonará ese su objetivo de narrar, que es quizá la característica que más lo atraviesa con la literatura y, aunque sigue tratando los mismos temas, el lenguaje ha tomado elementos de hoy, actualizándose, al instaurar formas frescas y novedosas para el relato.

Entonces, entra en escena el chisme, motor de la historia, dice por ahí Alonso Cueto.

“Ahora cuentan sus amigos de una pasión verdadera, Conchita la de Apizaco, a quien llaman La Rielera, le pegó fuerte en el alma volviéndose una cualquiera…”.

El capítulo de mi tesis en donde hablo ampliamente sobre el corrido lo titulé “Voy a cantarles la historia”, tomando prestado el primer verso de “Tierra sin nombre”, ya que mi padre nos cantó muchas historias a través de sus corridos. No obstante, me interesa puntualizar en esta ocasión que él también sufrió la censura en la década de los años 60. De nada sirve prohibir. El corrido “Llegó borracho el borracho” fue condenado al exilio de la radio y la televisión al haber sido considerado por la liga de la decencia como un texto inmoral. Más de medio siglo después los borrachos siguen pululando por las calles y quizás se han multiplicado en las últimas décadas.

“Llegó borracho el borracho pidiendo cinco tequilas y le dijo el cantinero: se acabaron las bebidas, si quieres echarte un trago vámonos a otra cantina. Llegó borracho el borracho. Se fue borracho el borracho del brazo del cantinero y le dijo: qué te tomas, a ver quién se cae primero, aquel que doble las corvas le va a costar su dinero…”.

También entonces hubo polémica y en la casa se hablaba del tema como algo divertido, sin precedentes, inédito hasta ese momento en la carrera de José Alfredo. Lo curioso, y esto me hace volver al chisme, es que papá regresaba de la disquera festejando, pues el disco que incluía la canción prohibida se vendía más que cualquier otro.

“Y borracho y cantinero seguían pidiendo y pidiendo, mariachis y cancioneros los estaban divirtiendo, pero se sentía el ambiente muy cerquita del infierno…”.

Inicié el texto con el epígrafe del artículo que escribió sobre los corridos Sergio Sarmiento, ya que lo considero la moraleja que anticipa la reacción del pueblo: “Entre más se prohíben las cosas, más populares se vuelven”: Mark Twain.


Un disco dedicado a los corridos, de 1975. ESPECIAL
Un disco dedicado a los corridos, de 1975. ESPECIAL

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Paloma Jiménez Gálvez
  • Paloma Jiménez Gálvez
  • paloma28jimenez@hotmail.com
  • Estudió la maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, y es Doctora en Letras Hispánicas. Desarrolló el proyecto de la Casa Museo José Alfredo Jiménez, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Publica su columna un sábado al mes.
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