Mientras los lesionados continúan hospitalizados y los muertos en aumento, Silza, empresa perteneciente al Grupo Tomza, sostiene su propia lucha: diluir y, en la medida de lo posible, desplazar su responsabilidad por lo sucedido. De momento parece haber librado su primera batalla frente a la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente, al asegurar que: “La empresa cuenta con las pólizas de seguro de responsabilidad civil y daño ambiental vigentes”. La manera en que encaró esta primera parte de la que será una larga disputa, dejó la manera en que entiende el sentido y alcance de la responsabilidad social corporativa. Me explico.
La responsabilidad social corporativa, como filosofía empresarial, implica la ideación, desarrollo y despliegue de un proceso identitario que, como mínimo, engloba cuatro etapas: la defensiva, reactiva, la de creación de valor social y la ciudadana.
Cuando la empresa se encuentra en la primera fase, su idea y aproximación a la responsabilidad se dan manteniendo la guardia arriba frente al marco legal. En esta etapa, las decisiones y acciones empresariales no encarnan ningún tipo de convicción moral, porque la responsabilidad se reduce a cumplir la ley para evitar la sanción o el castigo.
En la fase reactiva, la responsabilidad, más que un compromiso sincero con él, es una respuesta a las exigencias del mercado. Por ejemplo, si la demanda solvente de los clientes exige ser amigable con el medio ambiente, fomentar la diversidad, ser pet friendly o cualquier otra cosa que suene bien, la empresa los seguirá puntualmente, porque desoírlos le llevaría a la bancarrota.
En la etapa de creación de valor social compartido, la empresa genera soluciones para muchos de los problemas que ella misma ha creado, desplegando iniciativas de innovación social de la mano de los grupos de interés que la rodean.
La última etapa es el arribo a una nueva forma de conciencia empresarial: ser un agente ciudadano preocupado por la sostenibilidad corporativa y planetaria. Aquí la empresa se anticipa, propone y, desde su radio de acción, busca mejorar las condiciones de personas y comunidades, independientemente de si dichos actores le generan valor económico.
El drama en Iztapalapa no será el último, porque los dedos de una mano bastan para contar las empresas que entienden la responsabilidad social corporativa como algo más que una forma de defensa o una moda pasajera.