La moralina estéril que está detrás de las muchas y desafortunadas declaraciones relacionadas con la horrible e injusta muerte de los 39 migrantes calcinados en el incendio provocado en la estación migratoria del Instituto Nacional de Migración de Ciudad Juárez, me hizo recordar la discusión ética planteada por Max Weber en su imperdible libro El político y el científico.
Dada su naturaleza, el quehacer del político es social, por ello no puede quedar al margen de consideraciones y valoraciones morales, que encajan en lo que Weber entendió como la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Aunque ambos son producto de una reflexión moral sistemática, los dos suponen riesgos al momento de llevarse a la práctica, de ahí que valga la pena pensar una vía intermedia. Me explico.
Como dije en “De la moralina a la responsabilidad”, la ética de la convicción hace que el político actúe movido por un conjunto de principios morales, sin poner atención en los efectos derivados de seguirlos a rajatabla. En ese sentido, el “deber del político”, dirá Weber, se verá reflejado en un estilo de liderazgo fanatizado conducido por abstracciones morales que están muy por encima de las circunstancias y efectos que se desprenden de las decisiones políticas. Por ejemplo, el principio de “no molestar al vecino” ha conducido al Gobierno mexicano a dejarse imponer y seguir una política migratoria tan inútil como inhumana.
La ética de la responsabilidad, como señala Weber, se enfoca exclusivamente en el cálculo de “las consecuencias previsibles derivadas de la propia acción”, poniendo en suspenso los ideales éticos si éstos llegaran a entorpecer el logro de los resultados esperados. El desaseo de las estrategias presidenciales para transformar la normativa y funcionamiento del INE es un ejemplo de este modelo.
La vía intermedia de ambos esquemas, propuesta por Adela Cortina, es la responsabilidad convencida, la cual busca que la actuación política conjunte las buenas intenciones con el oficio del que sabe gobernar, y obtener así los mejores resultados en favor de la sociedad.
Ante la infamia sufrida por los migrantes que murieron, los heridos y sus respectivas familias, urge que AMLO decida y actúe desde la responsabilidad convencida, dejando para otro momento sus balbuceos cínicos, las arengas moralinas y su terca manía por no dar paso sin maximizar el rédito político. Esta vez no puede eludir la responsabilidad inherente al cargo que ostenta: gobernar obedeciéndonos.