Cierto: tres mexicanos –Jaime Baksht, Michelle Coutoulenc y Carlos Cortés– acaban de llevarse el premio al mejor sonido por su trabajo no sólo extraordinario sino medular –es una película sobre la sordera progresiva de un baterista– en la Sound of Metal de Darius Marder. Pero además éste se suma a una década prodigiosa de reconocimientos internacionales al talento cinematográfico mexicano.
De los últimos ocho Oscar al mejor director, cinco han sido para mexicanos, en un periodo en el que talento de nuestro país ha obtenido galardones en otras diez categorías. En el mismo lapso, creativos mexicanos han ganado dos premios en Cannes –mejor director y mejor guión–, once en Venecia –incluidos dos Leones de Oro–, tres en Sundance y dos en Berlín. Pequeño problema: la mayoría de las películas que hubieron de valerles esos triunfos son producciones parcial o totalmente extranjeras, muestra del tesón de productores y artistas mexicanos para ir por el mundo recabando apoyos a su trabajo, y no de una política nacional de impulso al cine que históricamente ha sido magra.
Gran problema: estamos peor. Porque, si bien el gobierno federal y su mayoría en el Legislativo cacarearon a fines del año pasado un ligerísimo aumento a la partida de cultura en el PEF 2021, ésta se debe sólo a la adjudicación de 3 mil millones de pesos al Proyecto Chapultepec, capricho presidencial que es más propaganda que cultura, que contribuye a la hipercentralización de la infraestructura y cuyos costos son grandes no sólo en términos de medioambiente sino de financiamiento a la creación.
Este PEF vino plagado de recortes a todas las dependencias, y las del cine no son la excepción: el CCC –la escuela de formación de cineastas del Estado Mexicano– y Estudios Churubusco perdieron más del 17 por ciento de lo que tuvieron en 2020; el IMCINE casi el 20 por ciento, a lo que habrá que sumar la desaparición de FIDECINE y FOPROCINE.
Se imponen dobles felicitaciones a la comunidad cinematográfica mexicana: por sus logros artísticos que conquistan el mundo pero, sobre todo, por alcanzarlos mientras el Estado mexicano les da cada vez más la espalda.
Nicolás Alvarado
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