Esta semana llegó la primera tormenta a la ciudad, se veía venir a lo lejos, arriba de las montañas se podía observar que se acercaba, no pasaron 40 minutos cuando ya estaba lloviendo con mucha fuerza, en principio refrescó y por un momento sentimos alivio de despedir al calor sofocante de los últimos días. Después empezó más fuerte y acompañado de rachas anormales de viento y truenos que asustaban, se empezó a ir la luz y en menos de una hora las calles empezaron a parecer ríos, en honor a la justicia antes eso eran ríos y fuimos nosotros los que los hicimos calles a la fuerza, como dice mi papá: “El río siempre reconoce su cauce”.
La tormenta duró casi 3 horas y paralizó toda la ciudad, lo cual evidenció el deficiente sistema de drenaje pluvial que tenemos en León, sumado a la cultura generalizada de la población de tirar la basura, no recoger las hojas de los árboles que están en sus calles y no hacer conciencia social sobre cuidar nuestra casa común, o sea, nuestra ciudad, nuestro estado, nuestro país, nuestro mundo.
Por otro lado es triste pensar que esa agua se desperdicie y no sea aprovechada por el municipio o por los ciudadanos al no contar con sistemas de recolección pluvial particulares para aprovechamiento doméstico o industrial, vivimos una crisis de agua y no hemos invertido o incentivado en nuevos sistemas que hagan más eficiente la recolección y el uso del agua. Las inundaciones no topan en paralizar la ciudad, en muchas ocasiones provocan daños materiales y desgraciadamente ponen en riesgo vidas y viviendas. Es verdad que necesitamos las lluvias pero debemos estar preparados para evitar riesgos y aprovechar las aguas que generosamente, pero a veces drásticamente nos manda Tláloc.
La realidad es que nos estamos acabando el agua y ya estamos viviendo esa escasez, es indispensable cambiar nuestra mentalidad y nuestra forma de vida de manera que todos desde nuestro hogar cooperemos en cuidar un bien tan necesario y preciado para la humanidad.
