La indefendible situación de la ministra de la Suprema Corte Yasmín Esquivel Mossa, tiene contra la pared el propósito presidencial de apropiarse el control del restante poder federal que a duras penas batalla por conservar su autonomía. La intención de llevar a Esquivel a la presidencia de la SCJN seguramente existió desde que fue nominada por el mandatario nacional desde que se dio la oportunidad. Quizá algo se vio en el camino que podía poner en riesgo dicho control y de ahí la obsesión por imponer a toda costa la continuidad de Arturo Zaldívar en ese liderazgo, al menos por lo que resta del sexenio. Pero esa intención falló, por el simple hecho de que iba fincada en la inconstitucionalidad. Y todo por la idea de que Zaldívar, un tanto dócil y condescendiente a varias acciones del presidente de la república, representaría el transitar final de la administración sin sobresaltos legales. A fin de cuentas, y ante la renuncia a esa pretensión ilegítima de continuar como presidente de la Corte, Zaldívar declinó, y se tardó en hacerlo, aunque, por otro lado, en la toma de decisiones casi siempre se mantuvo y se ha mantenido con su postura de alineamiento.
Ahora, ante la inminencia del cambio de estafeta el próximo 2 de enero, López Obrador hizo valer su empeño por imponer a Yasmín en sustitución de Zaldívar ya que, por ejemplo, Margarita Ríos Farjat, su antigua titular del SAT convertida en ministro, no le resultó tan leal a sus causas como él creía. Incluso llegó a hablar, sin mencionar su nombre, de lo “arrepentido” que estaba de su propuesta. Le queda entre los suyos, por ahora, José Luis González Alcántara Carrancá, quien fuera titular en el Supremo Tribunal de Justicia del entonces Distrito Federal, y quizá sea la corcholata que pretenda destapar si es que el “affaire” de la ministra Esquivel termina, como se piensa casi con certeza, no sale bien librada de las acusaciones que se le hacen por haber plagiado su tesis profesional de licenciada en Derecho.
El enojo presidencial rebasó muchos límites en su última conferencia previa a Navidad. Desde luego que se trata de una denuncia hecha de manera super oportuna a unos días de la elección en la Corte. Naturalmente que se desdibujó el presidente en su defensa de la ministra pese a la contundencia de un hecho que intentó minimizar. “Fue quizá un error de estudiante”, dijo López Obrador al no contar con evidencia de que la acusación de plagio a Yasmín fuera un ataque político y no la realidad. O sea, dejó AMLO las cosas a nivel de un “pecadillo” de juventud, pero aprovechó para denostar con todo y a su modo a quien lo denunció. La propia ministra había contestado que podía ser una conspiración misógina (¿de quién? ¿de los propios integrantes de la Corte o de su actual presidente?) y que simplemente era falso lo que se decía de su tesis que “autentificó” con una carta de su “maestra de tesis” de aquel entonces, Martha Rodríguez, quien efectivamente avaló que dicha tesis –copiada de una anterior casi al carbón, como se diría antes, o en “copy paste”, como dicen ahora-, era supuestamente original. Ello, a pesar de que se pudo demostrar que hay “alto nivel de coincidencias” entre dichas tesis, según confirmaron ya las autoridades de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, de la UNAM.
Si se siguen las normas vigentes de la Universidad Nacional, un hecho como éste, un descarado fraude a uno de los requisitos básicos de titulación, ameritaría el retiro del grado académico y de la cédula profesional correspondiente, con todas sus consecuencias legales. Sin embargo, Esquivel navegó con este título fraudulento durante más de treinta años, al punto de alcanzar nada menos que una de las posiciones más elevadas de la magistratura federal. Podría tener una carrera propia pero, la verdad, resulta imposible dejar de pensar la influencia que tuvo la relación personal entre el presidente López Obrador y el esposo de Yasmín, el constructor José María Rioboó, quien dicho sea de paso, obtuvo los contratos de al menos diez obras en el gobierno de AMLO en la capital del país (los segundos pisos del periférico, entre ellas), otras más en el gobierno de Marcelo Ebrard y actualmente es su asesor que influyó para la cancelación del NAIM y la construcción del nuevo aeropuerto Felipe Angeles, además de ser “consejero” en la construcción del tren Maya. A ese grado está la confianza entre ellos y con Yasmín pues se integra todo un grupo de amistad bastante interesante.
A menos que de plano la UNAM se doble ante el presidente y que los ministros de la Corte se hagan de la vista gorda, debería tocar a su fin la historia de Yasmín Esquivel, como ministra y como abogada. Va de por medio la honorabilidad de la Suprema Corte, incluso establecida en la Constitución y van de por medio el valor real y el peso de la justicia en nuestro país.
Aprovecho la oportunidad que me ofrece Milenio en Jalisco, para desearles a todas y todos queridos lectores una navidad muy cálida, tranquila y rodeados de las personas que más quieren.
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