Política

¿Llegará el “día sin mexicanos”?

Al cineasta, artista y músico Sergio Arau quizá no se le ocurrió que su película, estrenada ya hace 20 años, intitulada “Un día sin mexicanos”, podría tener tanta actualidad como ahora. Arau ya vivía una situación complicada –siempre lo ha sido–, en cuanto a las corrientes racistas y hasta xenófobas sufridas por la población no sajona en la Unión Americana. Hace dos décadas se daba un debate en cuanto a la prestación de servicios de salud a la población indocumentada y, por tanto, no asegurada allá. Sin embargo, hoy las cosas se presentan de diferente manera. Aquella comedia satírica del también apodado “botellita de jerez”, se ha convertido en una eventual realidad, aunque, debe decirse, se trata de una persecución tipo cacería de brujas que ha decretado el presidente Donald Trump en contra de quienes se encuentran sin papeles en su país. Pero ¿qué tanto daño se hará con ello a las dos naciones?

Hay que señalar que, con todo y que la posibilidades de ganar la elección en favor de Trump siempre fueron bastante significativas y ya el autodenominado gobierno de la 4T había experimentado el encontronazo –que pudo ser peor–, entre los gobiernos de López Obrador y la primera presidencia de Trump. México no pudo sostener simplemente una lucha de igual a igual, dobló las manos ante la exigencia de que se pararan las caravanas de migrantes que se dirigían hacia el norte desde la frontera de Chiapas y la amenaza, que no pasó más allá de eso, de aplicación de aranceles a las exportaciones mexicanas, fue suficiente para que funcionara el chantaje y nuestro país accediera a cubrir casi toda la frontera con Estados Unidos con muchos miles de elementos de la entonces naciente Guardia Nacional mexicana. Y vaya que Trump se jactó hasta el fin de su primer mandato ese gesto de sometimiento. Es decir, algo muy parecido con lo que sucedió entre el gobierno norteamericano y el presidente de Colombia, esta vez por no permitir que llegaran las naves estadounidenses cargadas de deportados de la nación sudamericana. Lo obvio, como AMLO, el presidente Petro cedió.

Hoy todo hace pensar en que México está un poco mejor preparado para un momento como el que estamos viviendo. La presidenta Sheinbaum empezó por manejar el argumento de la soberanía y el patriotismo, lo cual es naturalmente válido, preocupa que en la práctica no se tenga la intención siquiera de frenar las olas migrantes cuyo destino único es, nuevamente, la frontera norte. López Obrador llegó hasta a invitar que ciudadanos de otros países como los centroamericanos, caribeños e incluso de Colombia y Venezuela, principalmente, vinieran casi por invitación a trabajar a México que, a su entender, tendría muchos empleos con sus obras insignia en el sureste. Y les abrió de par en par las puertas de México. Claro que el problema ya se había suscitado desde el gobierno de Peña Nieto, y de todos los anteriores. No obstante, nunca en forma tan abierta y con el conocimiento pleno de que parte de esa población migrante se quedaría a tratar de sobrevivir en distintas partes de México, tal como hoy sucede. La solución encontrada, ya a fuerza de contemplar una realidad que está por reflejarse en hechos próximos como las deportaciones esperadas ahora, es la de instalar albergues y cosas por el estilo, algo que es transitorio y poco efectivo si verdaderamente se llega a dar el fenómeno de un retorno masivo de mexicanos. La solidaridad mostrada por la federación, en el caso de Jalisco, el gobierno estatal y muchos de los gobiernos municipales ahí está, incluso, con oferta de trabajo a los connacionales y migrantes extranjeros.

Será cosa de ver lo que suceda, pero la medida, particularmente de los hispanos y mexicanos, terminará por no ser provechosa para ninguna de las dos naciones. Hay que imaginar qué pasará, como sucedió en la película de Arau, el día en que los Estados Unidos no cuenten con la mano de obra mexicana. Cualquiera sabe que estos trabajadores son hoy por hoy una base fundamental en varios sectores económicos de Estados Unidos, como lo son la agricultura, la construcción, los servicios básicos de aseo, en el hogar, la atención a niños, etcétera, esto sin contar la mano de obra especializada o más preparada. Y todo ello se agravaría si Trump insiste, en otro rubro, en eliminar las posibilidades de una reforma migratoria integral o si en realidad acaba con el programa de ciudadanización de los que llegaron a Estados Unidos aun siendo niños, conocidos como “dreamers”. El pensar incluso en negar la ciudadanía solo por el tema de consanguinidad, es, de paso, claramente fascista y lo peor que le puede pasar a los vecinos contra su propia Constitución.

Para México, por supuesto, el daño sería inconmensurable, ya que se afectaría en gran medida la economía nacional que ya no contaría con los ingresos por divisas, generados por los indocumentados, y que actualmente percibe. Ni qué decir de una solución de fondo para dotar a los deportados de empleo, vivienda, salud, educación, etcétera. Ojalá, pues, que no se haga realidad el filme de Arau de ese “día sin mexicanos” que es trama en su película. Y ojalá el gobierno mexicano siga actuando con cordura y cuente con una genuina y eficaz política migratoria.


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Miguel Zárate Hernández
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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