Política

La Piedra en derechos humanos

La fobia de Andrés López Obrador por los derechos humanos no es nueva, por la Comisión Nacional respectiva, menos. Desde que entró en vigor su gobierno mostró su total reticencia a ser “vigilado”, cuestionado o señalado por la inobservancia del respeto a tales derechos al grado de convertir al entonces titular de la Comisión, Luis Raúl González Pérez, un universitario de cepa e imbuido del tema, en uno de sus principales focos de ataque ante los planteamientos que se le empezaron a hacer en torno a la carencia de respuesta por las recomendaciones que se le hacían desde el principio de este gobierno. Fue desde ese momento que AMLO centró su objetivo de ejercer control total del organismo institucional y, para ello, lanzó como su propuesta a Rosario Piedra Ibarra, de quien se creía, o daba la impresión, de emular en cierta forma la inconformidad por violaciones a los derechos fundamentales por su familia de origen. ya que como es sabido, su madre, la activista Rosario Ibarra fue en su tiempo la voz más fuerte contra distintos gobiernos por la desaparición de su hijo Jesús, hasta la fecha, y quien había sido acusado de pertenecer al grupo guerrillero conocido como Liga 23 de septiembre.

Se tendrá presente que Rosario Ibarra llegó a ser la primera mujer aspirante a la presidencia de la república y todo por el dolor que le infligía la pérdida de su hijo, aunque decidió continuar su activismo desde trincheras políticas dentro de la izquierda, llegando a ocupar una diputación federal y el Senado. Bajo esta situación, se decidió otorgarle por AMLO el reconocimiento máximo en la “Medalla Belisario Domínguez”, pero no asistió; envió a su hija Claudia a recoger la presea y enseguida fue devuelta con un mensaje directo al presidente: “dejo en tus manos la custodia de tan preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad”. Esto ya no pasará. Lamentablemente, Rosario falleció y su hija del mismo nombre no resultó precisamente ni punto comparable, pese a ocupar la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

Lo que es más, hoy la supuesta legataria de una vida de luchas, ha vuelto la espalda y en una acción que se considera de franco lacayismo, pide ella misma la desaparición del organismo que se le confió, aunque nunca ha demostrado afán alguno por señalar tantas y tantas fallas del gobierno federal en cuestión de derechos humanos, del problema de las desapariciones forzadas, de los abusos de las fuerzas armadas, de los desplazamientos y crímenes contra la población por el narco, de la constante agresión a los periodistas, llegando a los atentados y a la muerte, así como la real subsistencia de la tortura, de la condición de las cárceles en el país, de los menores que ahora no cuentan estancias ni protección a la salud, como sucede con los niños con cáncer, etcétera, etcétera.

Argumentos, los mismos de siempre, como que se trata de una costosa burocracia que no arroja resultados. Claro, con Rosario Piedra es cero. Pero más bien, la intención es clara en cuanto a seguir la línea de anular y quitar del camino cualquier obstáculo que pueda representar contrapeso al poder presidencial. Pero esto no será tan sencillo. Es de esperar que la desaparición de la CNDH anunciada increíble y vergonzosamente por su presidenta se encuentre entre el bonche de iniciativas de AMLO que tiene anunciado. La misma Rosario Piedra lo dijo en la Cámara al ser cuestionada, que lo que se busca es convertirla en una dependencia más del Ejecutivo. Es decir, la regresión absoluta como lo fue antes de que se constituyera como Comisión en tiempos de Carlos Salinas y formalizada como organismo autónomo en el gobierno de Ernesto Zedillo. Entonces, surgió el primer “ombudsman” de México, Jorge Carpizo Mac Gregor, apoyado por el visionario de la defensa de los derechos humanos Héctor Fix-Zamudio. En adelante, fue siempre una lucha por esa autonomía, incluso en los sucesivos gobiernos, pero pese a que no dejaba de ser la molesta mosca en la oreja, nunca se llegó a pensar en su desaparición.

Cuando González Pérez terminó su gestión para volver a sus ocupaciones en la UNAM (luego fue titular del equipo Pumas), simplemente le deseó lo mejor a Rosario Piedra, pero le recordó que lo fundamental era que la Comisión preservara su autonomía. Ahora el organismo está amenazado de muerte por el propio presidente que tiene en Rosario el estilete respectivo. Sin embargo, seguramente no saldrán las cosas como lo espera ya que, efectivamente, la autonomía de la CNDH está garantizada por la Constitución y lo más probable es que, como sucederá con las demás iniciativas, requeriría de una mayoría calificada con la que no cuenta. Pero López Obrador solo tiene una prioridad: la continuación de su poder, el resto no son sino temas para marcar agenda en plenas campañas. Está visto y es claro, los derechos humanos están entre lo que menos le importa.


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Miguel Zárate Hernández
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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