Sucede cada seis años. Es lógico y esperable. El gobierno, al ver abierta la puerta de salida y sin regreso posible, toma decisiones para protegerse cuando ya hombres/mujeres e instituciones del aparato gubernamental sean objeto de señalamientos de quien acceda al poder. Dejar el poder en manos de otros, por más amigos que sean (y si no lo son, peor aún) significa la posibilidad de ajustes de cuentas, justificadas o no. Lo vemos en estos días al leer a periodistas alineados del todo al gran poder, ahora empiezan a señalar algunos excesos, algunos errores y hasta se atreven a calificar de equivocaciones ciertos actos ya calificados así por el mundo de la política y de los no tan amigos.
Este proceso de salida también es la oportunidad para consolidar lo que algunos llaman “el legado del régimen” lo cual es justo y además valioso, en muchos casos, para la república y los ciudadanos no comprometidos con las tramas de la política. Quien sea aquel/aquella que acceda al poder al ganar la votación popular libre y secreta tendrá bases para continuar lo bien hecho, ajustar lo bien intencionado y quizá aun inmaduro, y detener aquello dañoso para gobierno y población. Los analistas nos darán cuenta de estas situaciones cuando estén sucediendo.
Ahora, en este marco los asuntos de la criminalidad organizada se cuecen aparte. La información sobre el nuevo arreglo gobierno – banda delincuencial nunca será puesto en público, siempre será una negociación en los límites y cómo todo arreglo “amistoso” quien lo traicione sufrirá las consecuencias. Hoy el aparato policiaco militar es muy grande, poderoso, costoso y todavía sujeto a las decisiones civiles. El dinamismo criminal reacciona al dinamismo represivo. Ambos han de cumplir los acuerdos fácticos. De otro modo, el desorden, el incumplimiento de los “permisos” y “límites” tácitos sería un suceso en contra de ambos dinamismos.
En la humanidad en su conjunto y en cada grupo nacional o racial se dan disidencias al grado de defender cada uno su ámbito y sus límites, hasta con las armas y no sólo con las normas. El derecho sigue debiéndonos la promesa de encausar la disidencia y la fuerza hacia la convivencia. Leyes, jueces, cárceles y derechos humanos no nos defienden de la ley de la selva y del más fuerte. La educación aun es una esperanza y una buena apuesta. ¿Veremos lo que aún no vemos?