En su trayecto por dos estados (Puebla y Tlaxcala), más de 60 municipios y 16 parques industriales arrojan toda clase de desechos al río Atoyac sin control alguno por parte de autoridades de los tres niveles de gobierno.
Es decir, hay complicidad compartida entre los ayuntamientos que otorgan permisos a cambio de moches, y el estado que no invierte en más plantas de tratamiento y la Conagua que de plano es un cero a la izquierda.
Las demarcaciones tlaxcaltecas que más lo contaminan son Apizaco, Tlaxco, y San Pablo del Monte, mientras que por parte de la entidad poblana destacan Texmelucan, Huejotzingo y la capital, como las que más vierten sus aguas negras a la corriente del río.
Por eso este afluente es de los más contaminados en el país, y me atrevo a decir que a nivel mundial también, con las consecuencias en la salud y el bienestar de los ciudadanos que viven en las márgenes.
Lo peor del caso es que parece no importarles a los gobiernos involucrados, que hacen dos o tres convenios cada dos años, pero al final quedan en nada y la situación sigue igual o peor de complicada por las descargas que se van acumulando.
Está claro que la conservación del medio ambiente no es prioridad para los funcionarios públicos que, sin distingo de colores partidistas, ignoran una problemática que empeora la salud y la calidad de vida de millones de habitantes en estas dos entidades.
Si los políticos siguieran el ejemplo de los ejidatarios de San Juan Cuauhtémoc en Tlahuapan, otro gallo nos cantaría, porque ellos demuestran que si se quiere, se puede, cuidar nuestros recursos naturales y específicamente la cuenca del Atoyac.
La investigación especial de mi compañero Carlos Morales, demuestra que el cuidado ambiental trae beneficios para todos. La comunidad hace proyectos sustentables, que pueden convertirse a corto plazo un medio por el cual pueden obtener ingresos para subsistir.
Los habitantes de esa región hacen una excelente labor, porque al proteger el río logran mantener el equilibrio de la naturaleza, y de paso obtienen el sustento para sus familias.
Los que definitivamente no están haciendo las cosas bien, para variar, son los políticos que permiten los asaltos y robos en contra de los visitantes, que por más bonita que esté la zona, tampoco van a arriesgar sus pertenencias y mucho menos su integridad física.