El gran elector en muchas regiones del país, sin duda será el crimen organizado no solo por los candidatos asesinados, 22 en lo que va del 2024, el arranque más violento del que se tenga memoria en una contienda donde se disputa la Presidencia de México, sino también por la gran cantidad de aspirantes que decidieron no participar ante el temor de ser víctimas del crimen, por amenazas para no postularse y otro tanto que sí participan con toda la confianza, en este caso los más peligrosos, pues son puestos por los grupos delincuenciales que operan donde aspiran a gobernar.
En este último caso son los candidatos que son apoyados con las bases sociales que están al servicio de los cárteles de la droga y que cruzarán la boleta luego de recibir infinidad de recursos consistentes en dinero en efectivo, materiales para construcción, útiles escolares y demás cosas que cualquier gobierno legal les da pero sin tanto trámite más que el de obedecer y votar por quienes se les “sugiere”.
Estados como Guerrero, Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Sinaloa, Tamaulipas son claro ejemplo de donde se opera de esta manera para que al final puedan tener protección oficial para realizar sus operaciones no necesariamente con el apoyo de las fuerzas del orden, pero con una importante carga de omisión respecto a sus responsabilidades.
Por otro lado tenemos que justo en estos estados se ha dado una importante baja de aspirantes que han decidido no participar en la contienda electoral por el temor de ser objeto de amenazas, secuestros o incluso homicidio al no ceder a las peticiones de estos grupos delincuenciales, el caso más reciente que documentó el diario El País fue la dimisión de al menos 34 personas de sus intenciones por buscar un cargo público luego de los asesinatos ocurridos en contra del morenista Miguel Ángel Zavala Reyes y el panista Armando Pérez Luna en Michoacán.
Guanajuato no es la excepción, se sabe que aspirantes a las presidencias municipales de Uriangato y Moroleón así como Villagrán y Juventino Rosas decidieron no participar y ceder su lugar a otros valientes que se arriesgarán a ir a la contienda con todo el cuidado necesario amén incluso de no hacer tanto ruido para evitar convertirse en blanco.
Es la triste realidad del México de los abrazos y no balazos, donde los abrazos vienen de la autoridad, pero los balazos vienen de aquellos consentidos por la omisión oficial.