Política

Mujeres al poder

No hay nada más justo que cualquier persona tenga, dentro del marco de la ley, las mismas oportunidades para acceder al poder y para escalar en él. Esa aspiración ha sido ampliamente discutida, analizada y legislada con la intención de corregir desigualdades históricas. El problema surge cuando, ante la ausencia de una cultura sólida de equidad, se pretende que ésta entre a fuerza mediante mecanismos legales que terminan pareciendo más un parche que una solución de fondo.

Lo popular no siempre es lo conveniente. En México se ha vuelto costumbre intentar resolver con leyes lo que no se ha sabido construir desde la educación y el hogar. En lugar de formar ciudadanos que entiendan la igualdad como un principio básico de convivencia, se recurre a normas que buscan imponer conductas y resultados. Desde casa debería enseñarse a dejar de hablar de géneros y empezar a hablar de individuos: personas con diferencias biológicas y físicas evidentes, sí, pero no determinantes ni limitantes a la hora de trabajar por el bien común.

Respeto e individuo son conceptos clave. El respeto no implica coincidencia ni aprobación absoluta; significa reconocer el derecho del otro a pensar, sentir y decidir distinto. El libre albedrío no exige unanimidad, exige tolerancia. Y cuando hablamos de individuos hablamos de seres humanos que cohabitan, no de etiquetas ni de categorías que simplifican realidades complejas.

El problema comienza cuando se sustituye al individuo por la ideología. Clasificar a las personas por su género, apariencia o forma de pensar lleva, casi sin notarlo, a asumir que quienes no encajan en nuestra visión carecen de derechos plenos. Nada más alejado de la realidad. Benito Juárez, tan citado y tan poco comprendido, habló precisamente de respeto entre individuos. Sin embargo, muchos de quienes se declaran herederos de su pensamiento parecen olvidar ese principio elemental.

Forzar por ley la llegada de mujeres al poder, sin que ese proceso se dé de manera natural, revela dos posibles lecturas. La primera, que existe una intención aparentemente legítima, pero no necesariamente justa, al privilegiar el género por encima del mérito. La segunda, más preocupante, que como sociedad hemos avanzado muy poco en una verdadera visión de equidad: aquella que apuesta por elegir a las personas por su capacidad, preparación y compromiso, no por su condición biológica.

Elegir individuos y no géneros sigue siendo una asignatura pendiente. Triste, pero cierto: esa continúa siendo nuestra realidad.


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Miguel Ángel Puértolas
  • Miguel Ángel Puértolas
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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