Tristemente las ciudades no están diseñadas para los peatones, cuando todos quienes vivimos en ellas de manera invariable nos convertirnos en uno cuando descendemos de cualquier vehículo en el que nos desplazamos, ya sea motorizado, de tracción animal o no motorizado.
Pese a que el programa estatal de movilidad contempla en la pirámide de importancia al peatón, todo nos hace saber que queda en la base de esta pirámide y se sigue privilegiando a los automóviles, dejando de lado la movilidad multimodal que requiere toda ciudad y que en México en general no se privilegia.
Y es que por ejemplo en el tema de transporte público no conozco una sola ciudad en donde los habitantes prefieran utilizarlo por rápido y eficiente, más bien el transporte público está pensado y diseñado para mover a todos aquellos que no tienen la capacidad económica para adquirir un vehículo.
Se hacen avenidas más grandes para que quepan más coches, se invierten miles de millones de pesos en infraestructura, retornos y adecuaciones incentivando a la compra de vehículos pero en ningún momento se piensa en invertir en esquemas que sean modelo que motiven a los ciudadanos a utilizarlos.
Podríamos decir que en la ciudad de León y en algunas ciudades del país se hacen algunos intentos por trabajar en esquemas de movilidad en la que los automóviles sean lo menos necesarios posible, pero insisto todo proyecto va más bien encaminado no a impulsar esa movilidad sustentable para todos sino a dar herramientas para moverse a las clases más necesitadas.
Un ejemplo claro del poco interés que se tiene hacia el peatón, por ejemplo, es la invasión de las banquetas, el único espacio que debería estar libre y cuidado para que los habitantes nos desplacemos por la ciudad, hemos insistido en innumerables ocasiones en el tema de comercios, autos, materiales y un sinfín de cosas que estorban en las banquetas y las acciones son pocas y parece no haber interés en solucionarlo.
Y menos cuando hay personas con menos de tres dedos de frente que no dudan en apropiarse de un espacio que debería ser sagrado.
miguel.puertolas@milenio.com