El presidente Andrés Manuel López Obrador por primera vez parece ser consiguió que una iniciativa de su autoría para racionalizar la estructura orgánica de la Administración Pública Federal, con el fin de eficientar los recursos públicos uniera a todos los partidos políticos y sus representantes en los tres niveles de gobierno.
Veo con mucha preocupación que al día de hoy, más ocupados en la contienda electoral que en asuntos de verdadera trascendencia, no haya un solo funcionario de ningún nivel de gobierno que se pronuncie respecto a las modificaciones que están por realizarse al Sistema Nacional Anticorrupción.
Ya le he expuesto en este espacio el “análisis” (y lo entrecomillo porque el Legislativo es ventanilla de trámite del Ejecutivo) que se está llevando a cabo por parte de los diputados federales para desaparecer la Secretaría Ejecutiva del SNA, lo que llevaría a que tanto el Gobierno Federal como los gobiernos estatales absorban esta figura que es el corazón operativo del sistema, para que dependa de sus secretarías de transparencia, función pública o entes similares llevándolos a ser juez y parte en el combate a posibles actos de corrupción.
Pero ni una sola voz se ha alzado hasta este momento tal vez porque parece ser que la conveniencia impera sobre la razón. Y si hoy todo mundo se salta las trancas a la hora de contratar o comprar bienes y servicios con recursos públicos pese a la legislación vigente, con estas acciones se convierte en un verdadero libertinaje sin vigilancia ciudadana el uso faccioso del erario.
Con todo y sus defectos el Sistema Nacional Anticorrupción ha actuado como un freno que si bien es cierto no ha logrado amarrar las manos de los corruptos, sí ha permitido que haya un control que evite la corrupción desmedida que se daba cuando no había una vigilancia estrecha. Vaya, los marranos están pero no son trompudos.
La reforma es tan grave como la que pretende la desaparición de organismos autónomos, solo que a ningún partido por ejemplo le conviene que cambie el estatus del INE, pero parece que a todos les conviene que les suelten las manos respecto a las arcas.
Y debería preocuparnos que nadie se queje de esto, sobre todo entre quienes hoy aspiran a un cargo de elección popular ¿No cree?
