La discusión sobre las ‘nenis’ les está quedando bastante grande a muchos de los estudiosos y hasta académicos de las ciencias sociales. No es para menos que esto se dé a casi una semana de toda aquella vorágine contra las parteras que inició una porción de investigadores tras el reconocimiento público que intentó hacer el Conacyt el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia a través de sus redes sociales.
Luego de este post, cientos de profesionistas y académicos se dieron a la tarea de minimizar las contribuciones históricas que se han hecho desde los pueblos originarios, considerando así que solo los saberes hegemónicos gestados en las universidades –a las que solo tiene acceso un sector de la población y que también hemos visto que realizan investigaciones con poca perspectiva de género o de derechos humanos– brindan certeza, lo que al final niega muchos de los errores científicos que dieron pie a actos discriminatorios y también hasta errores que afectaron la salud de muchos humanos, los cuales, a la vez, intentamos convencernos de que fueron sin intención de dañar, tales como los errores que pueden provocarse desde la medicina tradicional; aquí nadie está exento, sin entrar en generalizaciones.
Esto solo demuestra lo que hacemos con nuestras posesiones, ya sean materiales o simbólicas, porque si tenemos dinero siendo whitexicans, hacemos tiktoks para aconsejar cómo no pensar “tercermundistamente” (obviamente haciendo referencia a que el pobre es pobre porque quiere) en lugar de contribuir de otras maneras; y así de cierta manera ocurre también con la posesión simbólica que representa tener un título universitario, parece que pensamos que este título nos da un certificado vitalicio para opinar hasta sobre las ciencias en las que no tenemos especialización, ejemplo directo es el de los médicos criticando la labor de parteras cuando pocos contextualizan la situación socioeconómica en la que viven los pacientes en regiones alejadas de lo urbano, y sobre todo siendo los médicos los primeros en recaer en actos discriminatorios, como las decenas de casos de violencia obstétrica que se suman diariamente (que en mucho tiene que ver con cómo ven a las mujeres).
Desde la ciencia –como vimos hace una semana– y desde la cotidianidad, las mujeres suelen ser señaladas siempre por su falta de preparación, pero es chistoso que nadie se pone a analizar cómo a pesar de esa falta de “preparación” académica, se suele mantener a familias con salarios paupérrimos y poca o nula ayuda social.
No se sobreanaliza ese tema porque es más fácil no dar ideas sobre lo que las mujeres podrían exigir al Estado, más que nada si consideráramos la contribución que han dejado históricamente tras hacerse cargo de las familias y las labores domésticas para que otros seres –regularmente hombres– cumplan sus sueños profesionales, porque si muchos de los hombres hubiesen tenido que atender hijos y casas mientras estudiaban, probablemente tampoco hubieran terminado una carrera, ni un posgrado.
Tan es así que en países como Argentina (retomando el tema por la reciente visita de Alberto Fernández, quien solo elogió a AMLO como si éste retomara el mínimo de iniciativas a favor de las mujeres que su homólogo en Sudamérica) existe la jubilación para amas de casa, y se trata de un reconocimiento a todo el trabajo no remunerado que mantuvo la economía del país por décadas, y no solo eso, sino para evitar que más mujeres cayeran en la pobreza durante sus últimos años de vida, dependiendo solo de la caridad de sus familiares.
Eso no está ni cerca de lo que ocurre en México, pero, al contrario, sí existe una severa crítica a cualquier cosa que hagan las mujeres: si tienen muchos hijos, si no quieren tener, si salen de fiesta teniendo hijos, si quieren tener ingresos extra, si quieren tener siquiera ingresos para vivir al día por lo menos. Muy pocos las ayudan, pero muchos perjudican su autoestima con comentarios peyorativos para siempre hacerlas sentir que nunca alcanzarán el éxito.
Es más, justamente la Cepal acaba de aconsejar a México que destine recursos equivalentes al 0.1 por ciento del Producto Interno Bruto para generar un apoyo de emergencia que ayudaría a cerca de 14 millones de mujeres que han perdido sus empleos tras el inicio de la contingencia sanitaria por covid-19.
Todos están preocupados por las mujeres en México y sus pocas oportunidades de desarrollo, pero aquí la única preocupación es sobre “la mala imagen” que dan chicas con uñas postizas largas que dicen ‘nenis’ para generar un entorno de confianza con sus clientas, nada distinto a lo que hacen grandes corporativos para hacer que consumas sus productos y hasta te hagas adictos a ellos, pero ahí el comentario giraría hacia los grandes hombres visionarios, ¿cierto?
Entonces, ¡ya chole! Presidente, académicos y comentaristas de redes sociales, necesitamos generar empleos y entornos educativos amigables para el bienestar de las mujeres, no encontrar nuevas formas de perjudicarlas.