En el 2013, el cineasta mexicano Jorge Michel Grau tuvo la suerte de que su ópera prima Somos lo que hay (2010) fuera objeto de un remake en Hollywood. Siete años después, ahora le corresponde a él dirigir un remake. Se trata del de la cinta colombiana La cara oculta (2011), que en su versión mexicana recibe el título de “Perdida”.
Eric (José María de Tavira) es un director de orquesta que atraviesa lo que parece ser el abandono de su esposa Carolina (Paulina Dávila), quien le dejó un videomensaje de despedida antes de irse de casa. El despecho lleva a Eric a un bar en el que liga con Fabiana (Cristina Rodlo), la bar tender. Rápidamente se vuelven pareja, y un día después de mudarse a casa de Eric, Fabiana se da cuenta de que la Policía está buscando a su esposa, quien en realidad nunca salió del país, como se creía. La investigación apunta a una desaparición forzada. Desobedeciendo las leyes internacionales del sentido común, Fabiana no hace el mínimo intento por irse de casa de Eric, lo cual hizo preguntarme si es una discípula de esos personajes sexualmente complejos, como los que hace Isabel Huppert. ¿Le excita la idea de andar con un posible asesino?, ¿la química sexual con Eric es el factor que la retiene? Si éste fuera el caso, adelante. El primer acto de Perdida no aclara esa motivación. Sugiere poco, psicológicamente. Y como thriller no manipula los nervios al grado de desear entender qué está pasando. Nunca pensé que me quejaría de la elegancia de una película. Y heme aquí: el look de Perdida es tan estilizado, su reparto tan guapamente homogéneo, sus sets de tan buen gusto que cualquier sentido de peligro o intriga queda esterilizado. A esta atmósfera le falta sangre, sudor, algo.
La clave para mantenerse esperanzado, una vez transcurrido el débil primer acto, es recordar que estamos frente a un remake. Esto quiere decir que alguien dedicado a producir cine vio una película extranjera cuyo guión le produjo envidia y decidió tropicalizarla para nosotros. Aunque tropicalizar es una palabra cálida para una cinta gélida. El punto es que aquí debe de haber un giro que le dé su peculiaridad a la historia. Y lo hay. Lo que uno asume como el relato de un hombre que podría o no haber asesinado a su esposa, se convierte en algo que subvierte expectativas.
La desventaja es que este giro recuerda a una película muy reciente, muy galardonada. La ventaja es que estas cintas, relativamente parecidas en su trama decisiva, no se tratan de lo mismo. Perdida se enfoca en las pasiones y frustraciones de pareja. Si bien su segunda mitad agita las cosas con efecto más entretenido, el suspenso sigue escaseando y la responsabilidad última recae en el reparto. José María de Tavira no tiene la ambivalencia requerida para el rol del marido sospechoso de homicidio. Cristina Rodlo no proyecta una intención, en tanto que Paulina Dávila sí consigue esa imagen de víctima angelical que tanto se procura en el cine sobre feminicidios.
Una realización técnicamente irreprochable, respetables valores de producción, un guión que daría de qué hablar. Casi todo está allí, excepto la esencia. Habrá que ver la versión original.
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