Cultura

Una Scherezada moderna


Un lugar llamado Antaño. Olga Tokarczuk. Anagrama. España, 2020.


No siempre el premio Nobel de Literatura trae consigo el nombre de un autor que será entrañable. Con Olga Tokarczuk sucede a la inversa, es una escritora que tiene muy claro sus propósitos narrativos y la manera cómo va a desarrollarlos. En la antesala de sus publicaciones se nota un arduo trabajo de autocrítica y coherencia con sus ideales. Cuando recibió el Nobel, en su discurso no sólo mostró buenas intenciones sino que dejó ver en qué consiste su poética y su manera de vivir en un mundo asechado por el vértigo de la información y la banalidad del instante.

En primer lugar habría que mencionar la crisis de la ficción. No es casualidad que varios autores hayan decidido explorar en otros terrenos donde sienten que pisan con mayor firmeza, situación que se evidencia en su prosa. La autobiografía, los libros misceláneos, la hibridez del ensayo combinado con la crónica, la memoria y la confesión, han venido a recordarnos los problemas —de credibilidad y estructura, principalmente— por los que atraviesa la novela.

Para la escritora polaca, “la fábula interrumpida, creada hace mucho tiempo y bien conocida por las historias de Scherezada ha regresado audazmente en serie alterando nuestra subjetividad y teniendo extraños efectos psicológicos, sacándonos de nuestras propias vidas e hipnotizándonos como un estimulante”. Eso lo pone en práctica en Un lugar llamado Antaño (Prawiek i inne czasy, 1996). Tokarczuk es una especie de Scherezada que cuenta historias entrelazadas por el hilo de la nostalgia, en donde el tiempo avanza o se detiene según lo dicte la naturaleza. En un poblado rural llamado Antaño, un espacio imaginario, las personas no son olvidadas, tienen un tiempo y espacio definido. Esto último parecería una obviedad pero tomando en cuenta el ritmo vertiginoso de nuestra cotidianeidad, no lo es. En Antaño hay un Tiempo de Genowefa, Tiempo del ángel de Misia, Tiempo de Espiga, Tiempo del Hombre Malo, Tiempo del molinillo de Misia, Tiempo de Dios, Tiempo del Juego, entre otros pasajes.

El libro es una novela y, a la vez, un entramado de historias. Desde la óptica de la autora, sólo la literatura es capaz de permitirnos profundizar en la vida de otro ser, comprender sus razones y compartir emociones, y experimentar su destino. Ella se siente cómoda cuando recurre al mito; es decir, parte de la realidad para llegar a la ficción o a la inversa; ese fragmento que se aterriza en lo real es importante porque se inscribe en la coherencia de su concepción narrativa.

Antaño no es un sitio exento de desasosiegos, también se presentan agresiones, injusticias, malos tratos y violencia contra las mujeres. La guerra la ejercen los alemanes o los rusos, extraños al entorno. Los habitantes creen a veces más en los ángeles que en Dios, porque algunos cuestionan su fe como es el caso del señor Popielski: “No dejó de creer en Dios, pero Dios y todo lo demás pasó a ser inexpresivo, plano, como los grabados de la Biblia”. (p.35)

Antaño no es un paraíso, es un pedazo de tierra que retrata de manera fiel a la humanidad. En Antaño hay amor, pasiones encendidas, ternura y, sobre todo, compasión. La empatía parte de algunos de estos relatos, y se encarga de aligerar las tormentas y pesares de los demás. ¿Qué ocurre si carecemos de empatía? Tal vez la pregunta podría responderla la propia escritora, quien visualiza que “el mundo se está muriendo y no lo notamos. No vemos que el mundo se está convirtiendo en una colección de cosas e incidentes, una extensión sin vida en la que nos movemos perdidos y solitarios (…) Y en un mundo así somos realmente zombies”.

En los entretelones que definen cómo es Ataño está la influencia de grandes narradores como Isaac Bashevis Singer y más atrás, Geoffrey Chaucer con su maravilloso libro Los cuentos de Canterbury. Además de la empatía en sus personajes, la novelista ha reflexionado en la ternura como un acto de compartir similitudes, porque para Tokarczuk “crear historias significa dar vida constantemente a las cosas, dar experiencia a todas las pequeñas partes del mundo que están representadas por las experiencias humanas, las situaciones que las personas han sufrido y sus recuerdos. La ternura personaliza todo con lo que se relaciona, lo que hace posible darle una voz, darle el espacio y el tiempo para que exista y se exprese. Es gracias a la ternura que la tetera comienza a hablar”.

Hace tiempo que no leía tan buena prosa, clara y cristalina. Siempre volver a esta autora polaca es un placer, un compendio de sueños y susurros que no quisiera que terminaran. Es novela, son cuentos, todo lo anterior. Como bien apunta Tokarczuk en su espléndido discurso de recepción del Nobel: “Un buen libro no necesita defender su afiliación genérica. La división en géneros es el resultado de la comercialización de la literatura en su conjunto y el efecto de tratarla como un producto a la venta con toda la filosofía de la marca y la focalización y otros inventos similares del capitalismo contemporáneo”.

Mary Carmen Sánchez Ambriz

@AmbrizEmece


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • mcambriz@hotmail.com
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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