La vocación por la opacidad en la cultura política nacional descansa en la incapacidad para pensar planos paralelos, a pesar de la urgencia por hacerlo. Cierto componente trágico se abraza en la vida pública que rechaza la filosofía y se ve inmersa en paradojas planteadas por ella. La ironía máxima de nuestra descomposición moderna evoca dudas tan viejas como un par de miles de años. “Cuando al mentiroso que afirma estar mintiendo se le pregunta si lo está haciendo y éste responde que sí, ¿está diciendo la verdad?”. La pregunta del griego Eubulides de Mileto en el siglo IV antes de la era común encierra la realidad mexicana.
La opacidad es el espacio intermedio entre la verdad, lo que se asume verdad y la mentira. Nuestro espacio. Algo funciona mal cuando un país ve en la paradoja del mentiroso su mejor opción.
Decidimos aceptar la opacidad. Hacer de ella un refugio. La paradoja es ejemplo de una estructura con infinidad de brazos que a manera de método desecha las herramientas del convencimiento. Juicios públicos con transparencia nebulosa, designación de cargos diplomáticos sin el menor sustento, contratos de obra pública donde la asignación sin concurso sirve ahora de expiación. El método mexicano se repite de la administración rutinaria a la contención en los saldos de la enfermedad: es la apuesta del discurso oficial por la escritura y lectura entre líneas para decir sin decir nada.
De las víctimas de la pandemia o la violencia, al manejo sanitario que recomienda mientras desestima; con la promesa de transparencia final, el gobierno federal espera que se perdone toda obscuridad en el camino. Hay un juego perverso en abogar por la confianza en un gobierno que presume conocer una verdad a la que la población no tendrá acceso.
Las fallas estructurales que una vez fueron consenso del desastre, se alimentan y crecen al optar por uno solo entre múltiples planos simultáneos. Gobernar o analizar la realidad depende de estar dispuesto a balancear las limitaciones con sus riesgos. No es posible hablar de justicia sin confrontar la verdad, como tampoco es posible escoger qué ver para ufanarse de tener una buena vista.
Aquí se pide confianza en lo que nadie ha escuchado.
@_Maruan