A nueve años de su inicio, una vez más, a la guerra civil siria se le ha sumado la tragedia de ya no ser noticia. Hoy se cumplen los nueve años que llevarán a la década. El mundo se acostumbró a Siria y la relegó a un tiempo presente que prefiere conjugar en pasado.
Qué lejos se sienten las miradas de condena a la barbarie del Daesh y sus pulsiones genocidas. Qué distante se siente la compasión sobre el cuerpo de aquel niño ahogado en la playa. La indiferencia con la guerra en Siria permitió resucitar los discursos que la originaron. Esa dicotomía que, entre filias y fobias, ocultó el salvajismo de una dictadura por encima de las víctimas. Un país, dentro y fuera de sus fronteras, donde no hay civil que no lo sea. Los números dejaron de importar hace tiempo. Ni siquiera el millón de personas que, en los últimos tres meses huyó de Idlib, ha logrado devolvernos la conciencia sobre los seis u ocho millones de desplazados internos. Con las diásporas que viven en campos de refugio y distintas naciones, Siria es un país de múltiples territorios.
Ninguna guerra ha sido más documentada que la guerra civil siria. Las imágenes han sido tan abundantes como inútiles las palabras alrededor de ella.
A nueve años, sigue siendo Moscú el segundo responsable de muertes, atrás del gobierno de Bashar al-Assad. Medio millón, estiman los conteos que no incluyen a más de 80 mil asesinados en las cárceles del régimen.
A nueve años descubrimos nuevas formas de mezquindad. El movimiento de tropas estadunidenses arrojó a miles al desamparo. Se habló de los kurdos y rápidamente dejamos de hacerlo. Siria sigue siendo la guerra donde cada involucrado compite por la jerarquía de sus irresponsabilidades.
Idlib es hoy una calca turca y aumentada del Alepo ruso. La ofensiva de Damasco para recuperar una de las últimas localidades fuera de su control. Los bombardeos que les abrieron el paso. Se ampliaron los actores de la repetición con los disparos de aviones turcos sobre las tropas sirias que protegían aviones rusos. Ankara decidió no volver sobre sus errores. Para sus intereses se había equivocado al permitir el avance de tropas rusas sobre Alepo. Idlib le dio a Turquía la oportunidad de enmendarse. Para forzar su continuidad en el conflicto, de manera paralela a su incursión militar, usó a centenares de los cerca de cuatro millones de refugiados en sus fronteras como instrumento de presión. Les abrió las puertas para que, a merced de las fuerzas griegas, su desesperación intentara adentrarse en Europa. Todo indica que, tras negociar con Moscú, Ankara ha logrado su objetivo.
Sin mayor conmoción, un niño nuevo murió ahogado en el mar. En tierra, los griegos disparan y arrojan gas contra los refugiados que corren para cruzar la frontera.
A nueve años, el régimen ha sido tan elástico como la guerra. Liderazgos nuevos se construyeron en el conflicto, como una generación entera no conocen nada fuera de él. Conformes con el apoyo de Moscú, discuten con liderazgos viejos que prefieren los favores de Teherán, pero Irán también cambió este año.
A nueve años de guerra, mientras los intereses informativos se acomodan en los localismos de las sociedades, en Siria vemos la década acercarse.
@_Maruan