Cultura

Sonaba el Cuarto Contacto

  • Fosa común
  • Sonaba el Cuarto Contacto
  • Martín Rangel

Hablamos de trescientos miligramos: prega. La cerveza cuesta 35 pesos. Alemana, porque a ella así le gusta. Antes de llegar al sitio, un par de horas atrás, mientras ella se maquillaba, yo robé un pastelito de chocolate y bebí refresco de cola para intentar hacer frente a la depresión del fármaco sobre mis funciones vitales. Funcionó. Llegamos un par de horas antes de que comenzara el dj set porque así lo sugirió el dj / excusa para no pagar el precio de una mesa de antro. También es mi amigo. Verdadero. Quiero decir: me vio llorar borracho en su departamento cuando ella se marchó. Pero ahora ella está aquí y hemos pasado el chequeo de seguridad y estamos sentados bebiendo cerveza alemana y mirando a las personas que llegan y es ahora cuando ella dice que todos se ven idénticos y yo estoy de acuerdo y hago un chiste del que se ríe y enseguida mueve los hombros al ritmo de algo que suena como a deep house pero no sabemos. El dj no es nuestro dj todavía y no hace ningún esfuerzo por ganarse a nadie. Su trabajo, en este momento, es encargarse de que el sitio no se quede en silencio. El silencio permite pensar; hablar con uno mismo, así, incluso, sin desearlo. Por eso la gente viene a lugares como este: es su oportunidad de no escucharse a sí misma, que la música ocupe todo el espacio donde antes su miseria emocional arrastrada de años. Pero todavía no. Lo que suena es acaso ambiente (tímida atmósfera), el éxtasis: prefiguración. Algo que, de pensarlo, me hace mover los pies debajo de la mesa y golpearla a ella (su pie derecho: lleva botas sin calcetines debajo) sin querer y disculparme y reír nerviosamente sin saber qué decir. Luego ponen música que yo no conozco pero ella sí: la escucha su madre. Pop en inglés de ese hueco que quedó entre el siglo XX y el XXI. Es muy divertido estar aquí. La cerveza me hace querer ir al baño. Voy al baño y soy incapaz, como siempre, de orinar si es que hay alguien cerca, posiblemente mirándome. Y no me refiero a un mirar malintencionado, sino a la turbación que me genera una presencia extraña en un acto para mí tan íntimo como orinar. Nada. Camino hasta los excusados, cierro con llave y entonces puedo, por fin, hacerlo. Frente a mí, en el tapiz, un Kanye West como del 2005 me mira con los ojos con los que un Dios mira, con una misericordia velada, a su creación. Yo no rezo antes de dormir ni después de salir de casa, pero escucho All Day de manera religiosa-obsesiva. Al volver a la mesa, estamos junto a la cabina del dj, ella sigue ahí y puedo verla contenta. Es bonito tanto como es raro. Lo usual en mi vida era volver a una silla vacía y ocuparla hasta ser incapaz de recordar el número del radio-taxi. Me siento a su lado y empieza a aparecer gente que conozco y se detiene a saludarme y decir ‘qué bueno que viniste’. Yo también creo que es bueno, aunque quizás la gente podría esforzarse un poco más en su manera de expresarlo. Es turno de nuestro dj. Suena moomba y miró a las personas a mi alrededor moverse frente a un fondo de sillones rojos baratos de discoteca. Llegan las amigas de ella y ahora todos nos movemos. Es muy fácil moverse a un ritmo así. Así lo hace parecer ella. Algo como respirar o equivocarse sin notarlo y que no importe: no dejes de bailar. Alguien sirve tragos de vodka en vasos que caen al suelo y se rompen inmediatamente después de beberlos. Yo me agacho a recoger los trozos de vidrio del suelo porque eso es algo que la gente esperaría que un poeta hiciera. No son mis dedos lo que se corta, es algo más profundo. A estas alturas ya no es moomba lo que suena, sino simple y llano reggaetón. Levantó la mirada y con las manos intactas puedo mirarla a través de la oscuridad. Ella está en el lugar de siempre, con el aire a su alrededor floreciendo como siempre, pero en frente tiene a otro hombre.

Sonriendo como nunca.

Sonaba el Cuarto Contacto.

Salí del lugar sin decir palabra a nadie.

Te estoy hablando de seiscientos miligramos.

¿Conoces el nombre de este lugar?

Creo que he perdido, de nuevo, el número del radio-taxi.

jmrn23@gmail.com

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