Siempre he pregonado que la presentación de un libro es para una ciudad un muy importante motivo de celebración, ya que refleja, en el autor y en el público lector, a una ciudadanía pensante y sensible, capaz de crear y de compartir, debatir y acordar, comunicar, crecer, construir cultura.
Hoy sumo a esos momentos cumbre de celebración la reciente inauguración del Museo de la Ciudad Tampico.
Finalmente el hermoso edificio de la antigua Casa Fernández se transforma en un libro donde leernos, y a partir de ahí consolidar y transformar nuestra identidad presente, y futura, porque la Historia es viva, y sus renglones cambian como cambia el paisaje de las nubes en el cielo, movidas por los vientos.
Valoremos cómo el Pasado histórico, la Naturaleza lagunar, fluvial y marina, y la Cultura comunitaria, son la plataforma de la identidad actual de Tampico, por ello la importancia de su cuidado y protección.
El Museo de la Ciudad es un ejemplo de que se puede extraer nuevos territorios desde la ciudad que ya existe, sin sucumbir a la mercadotecnia de fabricar ciudades maqueta, copia de lo que en otras latitudes es llamativo.
No tenemos que parecernos a otros sino ser la mejor versión de nosotros mismos.
Lo que aquí ya existe, requiere ser exaltado, dignificado, protegido, y ponerlo al servicio del bienestar de las personas propias y visitantes.
Tampico lo ha hecho ya en sus mercados y áreas públicas, y hoy con el nuevo Museo de la Ciudad.
Todo acto que modifica y define a una ciudad es, además de político-económico, un acto de impacto social, cultural y ambiental.
Hago un llamado a los gobernantes y a la sociedad, para que la Laguna del Carpintero sea también exaltada, dignificada y protegida como un valioso espacio natural-cultural-comunitario, redireccionando el proyecto, no permitiendo la instalación de restaurantes ni bares, ni la construcción de hoteles o acuarios, que la convierten en una plaza comercial y parque de diversiones, destruyendo sus atributos.
Visitemos el Museo de la Ciudad Tampico; no conozco aún su propuesta museística, se me antoja recorrerlo y conversar con los objetos de la memoria que ahí se resguardan.
Abramos la lectura a su mundo interior, con un corazón limpio, y una mirada limpia.
¿De qué otra manera puede darse un primer paso hacia el mejor de los futuros?