En estos días asistimos en tiempo real a un proceso de regresión en el Instituto Nacional Electoral. Con la manera cómo se está desarrollando el relevo de los Consejeros electorales, parece que se está tirando por la borda lo logrado tras recorrer el difícil trayecto desde el entonces Instituto Federal Electoral, a su configuración actual.
Y es que al revisar los nombres de quienes integran las quintetas de entre las cuales se seleccionará a quienes tendrán la responsabilidad de conducir a la institución garante de las elecciones democráticas no queda duda que la Cuarta Transformación no cuida las formas, ni el fondo.
Abundan los aspirantes que son afines al gobernante Movimiento de Regeneración Nacional, y no solo eso: incluso hay perfiles que son recordados por ser eficaces operadores políticos cercanos al presidente López Obrador desde que éste era jefe de Gobierno del Distrito Federal e incluso años atrás, cuando fue presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática.
Si tomamos en cuenta que entre ellos también hay familiares directos, no encuentro justificación para que, de un país con más de 126 millones de habitantes, coincidentemente los atributos recaen sobre personas que comparten no solo una total complacencia al partido en el poder, sino también los apellidos y genes.
Más de tres décadas de esfuerzos no fueron suficientes para lograr una ciudadanía madura, participativa y consciente y hoy tenemos estos gobernantes, este país y estas instituciones. ¿Cuántas décadas más costará remontar tremenda regresión?
