En México las autoridades sanitarias federales le llaman “la nueva normalidad”, mientras que en Europa recibe el nombre de “nueva realidad”. Y no se a usted, pero a mí me parece más acertado.
Y es que esa normalidad a la que estábamos acostumbrados ya se fue, no es, no existe más.
Me refiero a la gente en las calles haciendo su vida como antes. El nuevo coronavirus irrumpió en la escena mundial y obligó a la gente de distintos países a resguardarse en casa para evitar riesgos de contagio.
Las actividades se paralizaron o en el mejor de los casos se redujeron a su mínima expresión. Inició así el confinamiento que, mal que bien llevado, evitó tragedias mayores, al menos en nuestro país.
La interrogante fue: ¿cuándo salir de nuevo? La gran mayoría de los países lo hicieron una vez identificadas claras tendencias a la baja en la curva de contagios. Y no estuvieron exentos de rebrotes que obligaron en ocasiones a dar marcha atrás.
Pero en nuestro país no fue así. En este espacio se afirmó la semana previa que no parecía buena idea salir justo cuando las estadísticas mostraban una clara tendencia alcista y aún no podía preverse cuándo se alcanzaría el pico máximo previo a descender.
El caso es que el lunes pasado se reanudaron algunas actividades, y la dinámica social mostró movilidad desde el fin de semana previo.
Aquí en MILENIO hemos dado cuenta cómo es imposible, al menos en León, guardar la sana distancia en espacios como el transporte público. Se documentó no solo cómo prestan el servicio las unidades a cupo completo y más aún, con personas de pie, hacinadas, y no todas portando cubrebocas.
Estos días son cruciales para extremar precauciones y mantener estables las cifras de contagios y defunciones, estadísticas que por cierto, muestran una tendencia acelerada en los últimos diez días.
Cierto es que Guanajuato es de las entidades del país mejor preparadas para atender la pandemia. Lo muestra la difícil decisión de iniciar el confinamiento tempranamente en marzo y más allá de la polémica que pudiera haber en la aplicación suficiente o no de pruebas para detectar el covid-19, es incontrovertible que la entidad es la que más camas de cuidados intensivos tiene disponibles: dos terceras partes.
También es innegable que deben redoblarse precauciones, sin escatimar esfuerzos, para prevenir en los centros de trabajo brotes como los que desafortunadamente ya se han presentado en instituciones públicas y privadas de la entidad.
La movilidad aumentada que provocó la reanudación de actividades económicas mostrará sus efectos en los próximos diez días. Hasta entonces se conocerá qué tan cautelosos hemos sido todos para “domar la pandemia”, en lo que a nuestro alcance está.
Porque la otra opción es permanecer confinados indefinidamente, conscientes de que será por un largo periodo. La estrategia de las autoridades locales es que se reanude el 20 por ciento de las actividades que generan el 80 por ciento de la riqueza. Con una regla de Pareto: que el 80 por ciento de la población se resguarde mientras el 20 por ciento reactiva la economía. No parece descabellado.
Porque con el nuevo coronavirus asechando por doquier, no es posible volver a la normalidad. Es imperativo estar lo mejor preparados para la nueva realidad.
Y esa realidad es esta. No hay otra más.
Periodista de investigación. Ex servidor público de carrera
mario.arteaga@milenio.com