En política se dice que la forma es fondo, y esto ha quedado claro durante los últimos días con el mensaje implícito en los comportamientos del presidente López Obrador, quien es recordado por aquellas proclamas cuando argüía un supuesto fraude electoral, y llamaba a la resistencia civil arengando: “al diablo las instituciones”.
Ahora parece hacerlo con los protocolos y sin rubor alguno. Como el pasado sábado cuando encabezó un evento en el Auditorio del Estado con más de un millar de servidores públicos federales, en el marco de la Reunión Estatal del Banco del Bienestar.
Si bien la cortesía sólo le alcanzó para convidar al gobernador del estado, Diego Sinhue, algo está pasando en el personal encargado de la logística de las giras presidenciales, pues no se giró invitación al presidente municipal de Guanajuato capital, Mario Alejandro Navarro Saldaña.
Se aseguró que solo fue una reunión de trabajo entre el primer mandatario y el personal de la institución que a marchas forzadas se ha tratado de posicionar -el otrora Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros, Bansefi- así como operadores de los programas sociales y la que se pretende impulsar como institución liquidadora de los apoyos sociales.
El incidente palidece con lo acontecido el día siguiente en Querétaro, durante la celebración del aniversario de la promulgación de la Constitución, en el Teatro de la República, donde el presidente Andrés Manuel fue flanqueado, porque así se dispuso de último momento, por los secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina Armada de México.
De haberse atendido el protocolo, ese lugar debió estar reservado para los otros dos Poderes de la Unión, el Legislativo y el Judicial, representados por el presidente en turno del Congreso y la ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En un acto de corte republicano, quedó claro que AMLO se apoya en el poder militar, y no reconoce como contrapesos a jueces y legisladores.
Y no es cosa menor.
Mario A. Arteaga
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